Tenía 9 años, cuando nos mudamos a un barrio del conurbano; a dos cuadras de la Vía Muerta. Solo el nombre de "Vía Muerta" nos imponía respeto.
La llamaban así pues pasaba un único tren de carga al día y de lunes a viernes. Como no tenía barrera, eso la hacía aún más impredecible. Dicha vía separaba el barrio de Haedo Norte con El Palomar. Nosotros vivíamos en el límite de Haedo Norte.
La llamaban así pues pasaba un único tren de carga al día y de lunes a viernes. Como no tenía barrera, eso la hacía aún más impredecible. Dicha vía separaba el barrio de Haedo Norte con El Palomar. Nosotros vivíamos en el límite de Haedo Norte.
La zona, loteada hacía pocos años era algo salvaje y primitiva. Las parcelas, habían sido campos de eucaliptos y cuando nosotros llegamos al lugar, todavía quedaban muchos. Era muy grato caminar por las calles de tierra y sentir el aroma de los frutos de eucaliptos.
Muchos de los terrenos baldíos donde jugábamos, estaban cubiertos por esos viejos árboles además de grandes pastizales.
La población de Haedo Norte, aún era incipiente. Tan solo unas cuantas familias desparramadas, que de a poco iban construyendo su casa. Pero éramos muchos chicos.
Me había hecho amiga de Yoli, Mariucha, Norma, La Nelly y Alcides, que era el único varón de la barrita y había venido del campo. Paraba en casa de su tía para poder estudiar en un buen colegio.
Uno de nuestros juegos preferidos era el de “los indios”, pero éramos muchas indias y un solo indio.
Un día que jugábamos en uno de los lotes vacíos, logramos capturar al indio Alcides. Éste era un indio muy pícaro, que sabía esconderse muy bien entre la maleza. Así que entre los gritos salvajes de triunfo, una de las indias de nuestra tribu, pensó que sería más seguro atar a nuestro prisionero a un árbol.
Para que no escapara, la india Mariucha fue hasta su casa y tomó prestada una soga de su papá, que era un cacique albañil. Lo atamos bien fuerte y comenzamos a bailar a gritos la danza del fuego alrededor del prisionero.
En una de esas mi mamá, se asomó al borde del terreno baldío y gritó:
─ ¡¡¡Está la meriendaaa…!!!
Salimos corriendo a ver quién llegaba primero.
Mi mamá nos había preparado una enorme jarra de Toddy con leche y una bandeja con una gigantesca torre de rebanadas de pan con manteca y azúcar espolvoreada por encima.
Prendimos la radio pues era justo la hora en que estaba Tarzán, el Rey de la Selva.
Cuando ya no quedaban más rebanadas de pan, apareció la tía de Alcides que lo venía a buscar. Se enojó mucho cuando se enteró de que nos habíamos olvidado a su sobrino atado al árbol. Por un tiempo bastante largo no lo dejó venir a jugar con nosotras.
Actualmente nos escribimos mails con Alcides. El hizo su vida adulta en Balcarce, Provincia. de Bs. As. Pero aún recordamos el día en que fue prisionero de las bravas indias de la tribu de Haedo Norte.
Hay Gely yo tambien escuchaba a Tarzan, tarzanito el profesor Philander y demas, (ademas estaba enamorada de Cesar Llanos nuestro tarzan autoctono y tenia una foto que si la pedias Toddy te la mandaba de un lado Tarzan en un arbol y del otro la cara, yo la habia pedido y me pavoneaba con la foto en el recreo!!!!!
ResponderEliminarQue hermosos tiempos!! Tanta inocencia...
ResponderEliminarBesos
Gely