En el blog: http://laplumabastarda.blogspot.com.ar/
una joven amiga, publicó una nota donde
cuenta haber comprado zapatos nuevos y que para amoldarlos a sus pies, terminó
usando 8 curitas.
Ese relato me recordó que hace mucho tiempo…
Yo tendría unos 16 años,
me invitaron a mi primera fiesta
importante. Quería lucirme, así que me
compré unos zapatos de gamuza con tacos aguja, muy altos y de color violeta. Hoy día a nadie le llamaría la atención, pero en esa
época resultaba extravagante usar ese color. Para colmo yo era en ese entonces
bastante alta, media 1,72 m .
Así que cuando me subía a los zapatos, era como mirar el mundo desde arriba.
Todos me decían: ¿Cómo te vas a poner eso?,
pero a mi no me importaba, los iba a
usar igual.
Fui a la fiesta y a pesar de que me sentía
espléndida, nadie me sacaba a bailar. Mi
altura o mis zapatos, inhibía a los chicos, que eran de mi edad pero menos desarrollados, o sea mucho más bajos que yo.
A pesar de ello, yo estaba muy orgullosa
y me pavoneaba caminando todo el tiempo para que se vieran mis hermosos zapatos
color violeta.
Luego de una hora,
comenzaron a dolerme mucho los pies y algunas amigas buscaban curitas
en sus carteras, para cada ampolla nueva que me iba saliendo. Llegó un momento en que ya no aguantaba más. Cuando volví a mi casa,
recuerdo haber caminado las últimas cuadras descalza en medio de la noche y con
los zapatos en las manos. Pero más grande fue la sorpresa cuando llegué y
pude ver mis pies a la luz. Estaban
violetas, del mismo color que los zapatos. Me lavé con agua y jabón y el color no salía, los refregué con un cepillo y no
salía. Durante más de una semana tuve que andar con medias en pleno verano para
que no se me vieran los pies color violeta, hasta que finalmente el color se
fue de a poco.
Intenté dos o tres veces más volver a usar esos zapatos de los
cuales yo estaba enamorada, pero volvían a sacarme ampollas y a dejarme teñidos
los pies de intenso color violeta.
Tenía olvidado este episodio hasta ahora, pues la verdad,
hace mucho tiempo que renuncié a los
tacos tan altos. De todas formas, cada
vez que estreno zapatos tengo problemas para adaptarlos a mí. Hace unos años heredé de mi suegro, un par de hormas especiales para ablandar
calzado nuevo.
Son buenísimas pues tienen una clavija que las fija luego de
estirarlas al tamaño deseado.
No se cuantos años tendrán, pero siguen siendo
muy útiles…
Que historia Gely! No puedo creer lo de los zapatos, la teñida de pies! Pero te quedo una anécdota formidable...
ResponderEliminarLa horma es espectacularmente útil!
Me encanto esta historia, me gustan mucho tus relatos.
Te mando un beso muy grande y que tengas un gran finde!! (Sin ampollas) ;P
Gracias Silvia! Me inspire en tus curitas... Je...je. Un abrazo y buen fin de semana también para ti.
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