domingo, 7 de abril de 2013

Fin de las historias de Ruta 40



Queridos amigos del Blog:

Por ahora no contaré más  que estas  5 historias que ya publiqué, no porque  falte tema, al contrario,  es tanto lo que  tengo  que no quiero cansar a mis lectores. Podría también, contar  cómo nos hemos manejado  en un  grupo de 6 personas mayores, que convivieron juntas durante 25 días. Pero eso iré desarrollándolo en forma de cuentos y con más  tiempo.

Pero para cerrar esta etapa de “Historias” y volver a la otra parte de mi blog “Comidas con Historias”, transcribo dos  relatos que no son míos. Son de mi amiga Raquel Micheli,  quién durante muchos años, vivió en La Patagonia y escribió dos relatos muy  hermosos al respecto.
Gracias a los relatos de Raquel, me convencí aún más, (lo veníamos pensado  a raíz de este viaje),  de volver a hacer: La RUTA AZUL (ruta 3), y si se da,  el próximo año con mi marido  la volveremos a transitar.  
Recorrer la Ruta Costera Patagónica parando en todos los lugares que nos gusten y sin apuro: Puerto Madryn, Península de Valdez,  Puerto Deseado, Caleta Olivia, Puerto San Julían, Bosque petrificado etc. etc. 

Agradezco enormemente a Raquel y van su relatos, uno a continuación del otro
Nota: El segundo va con fotos.

1- Patagonia rebelde y costera. Argentina


Hace poco tiempo atrás, fuimos con algunos de mis amigos a ver una película de  Carlos Sorín. Nos gusta, porque es  un excelente director, que cuenta historias que parecen simples, de la vida cotidiana y que generalmente transcurren en la Patagonia  sur de  la Argentina. Ya desde la primera escena, empecé a viajar junto con el protagonista y me sumergí extasiada en  mi butaca, admirando la desmesura del paisaje,  para mí conocido, por otros viajes ya lejanos en el tiempo. Pero nuevamente me sentí impactada ante la  imagen. Parecía que el cielo acariciaba  esa tierra  desnuda de vegetación, alumbrada por el último sol de la tarde, y el automóvil  era un puntito que zigzagueaba, como una hormiga solitaria en el camino que dividía en dos la pantalla.
 Me deje inundar el alma por esa imagen de soledad y grandeza de ese suelo. La extraordinaria belleza de lo simple y natural estaba en “mi tierra” .Y así es esa ruta 3 que va hasta la punta del país. Cada tantos cientos de Km  en la “nada”,  de suelos achaparrados, sin árboles, ni casas, ni gente. A veces cuando el camino esta más cerca de la costa se deja ver el brillo del mar y algún animalito que se cruza y cuando se aleja un poco  se divisan las mesetas patagónicas,  en suaves ondulaciones, hasta llegar  algún pueblo o ciudad. Es el desierto que cuando ha tenido inviernos fríos y lluviosos, en verano sorprende con su floración y colorea el hermoso  paisaje con especies que no identificamos. En algún viaje quise llevarme una matita de flores, bajé del auto y escarbé la tierra, pero no tuve suerte,  en casa no brotaron porque  son propias de ese lugar.
Conocer la Patagonia, sus misterios,  implica la gran aventura. Puedo contar un poco, desde mi sentir como yo la he visto.
Viniendo desde el Norte hacia  Chubut por tierra, desde Bs. As por la ruta 3, por zonas costeras, el camino es una extensa  y casi línea recta de 3074 Km. hasta la punta de Sudamérica  donde está la Argentina. Si vamos por aire podemos apreciar la península y la caleta Valdés (¡mapa de papel manteca, “plumín y tinta china”!).
 A medida que dejamos el límite de Buenos Aires con Río Negro- Viedma, y entramos en la Patagonia, el verde del suelo se va opacando, comienzan a aparecer  los pastizales típicos redondeados de coirones, jarillas y chañares cubriéndolo intermitentemente En verano unas florcitas amarillas matizan el verde grisáceo. Los árboles se van espaciando cada vez más  y los pueblos también. Vamos entrando  a la desolación, al semi-desierto, la estepa patagónica. El camino ya no es plano. Hay lomadas, algunas montañas rocosas, pasando por Sierra Grande. Cruzamos a Chubut. El paisaje es gris, los animales silvestres se mimetizan con él. Podemos ver guanacos cruzando los campos, cuises, zorrinos, zorros, choiques (ñandú). También el clima es acorde, seco y con días de fuertes vientos propios  de la zona.
            Pasamos por  Puerto Madryn la primera ciudad del camino, ya en plena meseta patagónica.  Desde ahí o desde  Puerto Pirámides en el invierno
hasta entrada bastante la primavera, se puede realizar el avistaje  de magníficas  ballenas. Pirámides, es la mejor playa de Chubut. Debe su nombre a la similitud de las rocas y acantilados que rodean la bahía  con las “pirámides
verdaderas”. Se llega desde  la ruta 3, por un camino que atraviesa el brazo angosto de la península  y que deja ver en determinado tramo el mar de ambos lados. Bajando entre curvas, pinceladas de mar de azul intenso, hasta la playa que se estira respaldada por médanos de arena  fina, muy altos, cubiertos suntuosamente por  una alfombra de verdes e inmensos tamariscos, Puerto Pirámides  nos ofrece sus  aguas cristalinas y tranquilas.
Siguiendo por la ruta 3, y ya hicimos casi 1.500 Km., faltando solo 14 Km, en una bajada vemos a Trelew, extendida como desperezándose  en el valle. El Río Chubut bajando rápido desde la cordillera en busca de su salida al mar, le acordona de verde sus márgenes proporcionándole el agua para los campos
Generalmente a Trelew se la nombra también como “ciudad de paso” porque  es un centro de distribución de bienes y servicios, comunicaciones y transporte a los diferentes puntos turísticos. Es una ciudad con un aire cosmopolita, dado por los primeros pobladores que llegaron a colonizar: los galeses,  sin olvidar que estaban los nativos del lugar, los tehuelches,  y luego se agregaron españoles, italianos, árabes, chilenos, portugueses  y muchísima gente de las provincias del Norte de nuestro país. En el centro, está  el  teatro Español, que es un hermoso edificio  también como el Hotel Touring  y el Salón San David, donde antiguamente se celebraba todos los años el Eisteddfod*, evento de tradición galesa (se sigue realizando pero en las instalaciones del  Racing Club, porque tienen un gimnasio apto para la cantidad de gente que concurre). Son los más importantes históricamente. El aeropuerto está modernizado acorde con el turismo internacional que recibe: manga alfombrada que se conecta con el avión, espacios  vidriados encolumnando la escalera, con matas de arbustitos, pastos duros  y piedras que emulan el suelo patagónico. También exhibe decoraciones con réplicas de restos paleontológicos característicos del lugar, ya que allí se encuentra un importante Museo sobre el tema.
La Patagonia costera nos ofrece una variedad de paisajes dignos de admirar y disfrutar. Solo hay que animarse a recorrer muchos…. Kilómetros.

Raquel Micheli   

*Eisteddfod : significa en castellano “estar sentado”  Es un evento de competencias de diferentes disciplinas artísticas.        

            
2- Valle Inferior de Rio Chubut13/02

                                                                           25 de Diciembre de 2012         .
                                                                          Festejo de Navidad en Dolavon, Chubut.

            Dolavon es una localidad  agrícola del valle del río Chubut, distante a 35 Km. de la ciudad de Trelew. En una vieja chacra del lugar,  cada año,  acostumbran a reunirse los hijos, tíos, primos y demás parientes de una antigua familia galesa, Lloyd Jones, para festejar la Navidad. Van los que pueden, a veces más, a veces menos, es una tradición establecida y repetida a lo largo de muchos años. La casa  que era de los abuelos, Taid y Nain (abuela y abuelo  en galés),  los está aguardando, vacía de muebles pero llena de sentidos recuerdos. La nostalgia del pasado los une en la remembranza. Anécdotas y risas. Esta vez, solo está una de las tías, Ilid, que  nació ahí mismo, en esa casa a la orilla del río,  en febrero de 1927 y es la segunda de  7 hermanos, 6 mujeres y el último varón, Percy.
Estamos en esa casa sentados en unos bancos  alrededor de una gran mesa improvisada con tablones,   compartiendo el almuerzo que cada uno aportó. Y como Ilid es “la que sabe”,  después de comer, se arma un grupo cerca de ella, para hacerle preguntas y escuchar sus relatos familiares.
             Mientras Ilid cuenta con placer como era la vida en ese tiempo,  la magia que emana de sus historias  nos va impregnando el corazón. Así motivados, todos empezamos a recorrer la casa. Ella  nos muestra la habitación donde nació, la cocina, la chimenea que también se conectaba con la sala, la puerta lateral por donde entraban los nietos cuando eran chicos .Todavía están los frascos  de vidrio en los que se guardaban las conservas, la maquinita para cortar la natilla. Va desgranando anécdotas,  emotivas, graciosas. Cómo se conocieron sus padres y la cosecha de garbanzos en la que participaba toda la familia.
 Los abuelos Herbert 1898 y Mona Lowisa, 1902. Herbert desciende  a su vez de abuelos galeses llegados a la Argentina en 1875, una remesa inmigratoria que recaló en Santa Fe, Esperanza y Rafaela. El decidió irse a Sur. Ahí conoció a Mona, una rubia  bonita y de largas trenzas rubias, casi adolescente, recién llegada de Gales. Se enamoran, se casan  y se instalan en el lugar alrededor de 1924.
Ahí cultivaron la tierra, tuvieron sus hijos: Elsie, Ilid, Ada, Meby, Any, Do (Doris) y Percy, que crecieron y se fueron yendo a medida que se casaban o seguían el destino que les tocara.
En ese tiempo el río actualmente  más alejado, llegaba hasta la casa, la chacra  era muy grande  y todos ayudaban. Ahora, generaciones después, sus descendientes reconocen y valoran entrañablemente el  ejemplo y esfuerzo de tanto trabajo.
             Afuera  una vez mas los más chicos y algún grande, se suben con entusiasmo al viejo y herrumbrado carro, como si tuvieran las riendas imaginarias para azuzar al caballo que antaño los llevaba  a la escuela.
A un costado, el banco de trabajo donde descansa un taladro oxidado que está como adherido a la mesa, nadie lo tocó en muchos años y se quedó esperando a un dueño que ya no está. Cerca, la prensa, una carretilla y herramientas  de Taid, mudos testigos de un tiempo  pasado. Algunas sillas rotas. Una de ellas se mantiene enhiesta, aunque le falta una pata, orgullosamente sostenida por un gran manto de enredadera silvestre de pequeñas flores blancas, como si fuera un tocado de  novia , que arrastra y cubre todo a su alrededor. Nada se quita o se remueve de su sitio. Se preserva la memoria.  Es como recorrer un museo donde lo que se ve, habla por sí solo. Todo esto rodeado de añosos álamos plantados a cada lado del canalcito que lleva el agua. Miden cerca de un metro de diámetro, son imponentes y protegen del viento que los hace bramar fuertemente al sacudir sus ramas.
            Los primos seguidos por todos los concurrentes enfilan hacia la casa de Diana, la tía muy querida, esposa de Percy, el tío menor, que antes vivía a unos cientos de metros. Es un ritual tácitamente instaurado .La casa está siendo demolida, porque corría  peligro de caerse .Caminan en silencio, mirando el suelo, desandando  la añoranza de su niñez. La tía Diana decidió donar los materiales que se extrajeron para  el arreglo de una Capilla. Y aquí, la historia tiene una vuelta. Una sobrina, Lidita,  logró comprar   una parte de 2 has. de  la chacra original que había sido vendida a otra familia, para edificar su casa a la vera del río. Entonces le pidió a esta tía algunas baldosas  de la demolición para ornamentar  el piso como un homenaje a esos abuelos. Ella, de esta manera recuperó parte de esa tierra y proyectó un futuro amparado en el recuerdo de tantos momentos felices. Desde el sitio estratégico donde está emplazada la nueva casa  se puede distinguir a través de las  ventanas que enmarcan el hermoso paisaje, el contraste del blanco y oscuro de las bardas que a lo lejos  limitan el horizonte,  las alamedas  que crecen a orillas del río y de sus canales  y, en medio de ese verdor, girando la vista a la derecha, se divisa a lo lejos la casa grande, la de  Taid y Nain
Se puede palpar el sueño de los abuelos, que a través de sus descendientes seguirán cosechando el producto de su siembra de amor-

Otra historia de inmigrantes, de los  que vinimos de los barcos. Los que nacimos en esta tierra agradecemos el poder disfrutarla y pertenecer  a ella también por sentimiento.
                                                                                                        Raquel Micheli



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