El año pasado estando en Brasil, íbamos a comer muy seguido
a un restaurante muy lindo donde cocinaban muy bien. Los platos estaban muy
bien presentados y en su mayoría los decoraban agregando un ají rojo, por lo cual se hacían más vistosos.
Una sola vez me atreví a probar una puntita de ese ají. Fue tal
mi reacción que no lo volví a hacer. Me empezaron a llorar los ojos, me ardía muchísimo la lengua y me picaba la
garganta.
Comencé a juntarlos, puesto que venían casi siempre como
adorno.
Cuando regresé a Buenos Aires, repartí algunos y el resto decidí plantarlos. Para ello abrí
cada ají, retiré las semillas, las puse a secar y las planté en almácigos.
No pensé que fueran a salir, pero nacieron primero unas
pocas y pequeñísimas plantas y luego muchísimas. Cuando alcanzaron una altura
de unos 13 cm
las trasplanté a un cantero del jardín. Siempre desconfiando de que llegara a
dar frutos (suponía que Buenos Aires, a
12 cuadras del Río de la Plata,
no sería un buen habitat para ellos). Crecieron como unos 50 cm de alto y a partir de
allí comenzaron a florecer.
Llegó marzo y el cantero se llenó de ajíes verdes de todo
tamaño. Ahora, en abril, comenzaron a tomar color rojo. Pero no son del mismo
tamaño que los brasileros, son un poco más pequeños y los últimos que aún van
saliendo son cada vez más pequeños. Eso
si, son muy vistosos y dan un hermoso colorido al cantero.
Buscando investigar porqué nacían más chiquitos de tamaño
que el original, encontré un hermoso sitio web sobre cultivos en la
ciudad. Aquí les muestro:
y buscando como tratar a mis pimientos entré aquí:
Me pareció excelente y buenísimos los consejos y las recetas
de comida.
Ahh, si el ají brasilero era picante, no les cuento lo que
son estos ajíes pimientos porteños: ¡¡MUY PICANTES!!
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