La vida que cada cual elige
Haciendo el camino de Los Siete Lagos, rumbo a San Martín de
los Andes, llegamos a un desvío, donde se abría un camino de ripio a Villa
Traful.
Decidimos tomarlo e ir hasta la Villa ya que algunos de los
del grupo no la conocían.
Luego de varios Km de ripio pero entre medio de unos bosques
magníficos, arribamos a una playita
pequeña a orillas del Lago Traful. Unos 5 ó 6 km antes de entrar
propiamente al pueblo.
Decidimos que era un lindo lugar para almorzar. Habíamos traído una vianda con sándwiches. Así que bajamos y en unos troncos a la orilla del agua, nos pusimos a armar nuestro almuerzo.
Decidimos que era un lindo lugar para almorzar. Habíamos traído una vianda con sándwiches. Así que bajamos y en unos troncos a la orilla del agua, nos pusimos a armar nuestro almuerzo.
La playa en ese lugar era pequeña. Pero como se trataba de un día
domingo había algunas personas haciendo picnic, otras pescando en algún bote o
simplemente en familia.
Nosotros éramos los más bulliciosos. Hablábamos todos juntos riéndonos fuerte y alteramos un poco la paz y armonía del lugar.
Al costado nuestro a unos pocos metros, estaban de picnic, un matrimonio joven con dos hijos pequeños (aprox. 5 años uno y el otro, un bebé de 1 año) más una abuela. La abuela se notaba juvenil y navegaba en un Kayak que manejaba ella misma, cerca de la orilla.
Al costado nuestro a unos pocos metros, estaban de picnic, un matrimonio joven con dos hijos pequeños (aprox. 5 años uno y el otro, un bebé de 1 año) más una abuela. La abuela se notaba juvenil y navegaba en un Kayak que manejaba ella misma, cerca de la orilla.
A mi marido y a mi nos llamó la atención que el niño pequeño
estaba sentadito con un juguete en la mano,
en una especie de corralito hecho con una caja de cartón. Este solo
tenía el piso y dos laterales formando un ángulo de 90 grados. Las otras dos
paredes de la caja se las habían quitado, con lo cual habían inventado un
corralito abierto: piso y dos paredes formando un rincón. El niño estaba a
gusto y no se salía del lugar. Nos acercamos a la caja porque no podíamos creer
lo tranquilo que se veía e imaginábamos
a nuestro nieto, en idéntica situación. Ya hubiera estado con los pies en el
agua y todos corriendo tras él.
Rápidamente entablamos conversación con el padre.
Mientras conversábamos, el joven padre nos convidaba con mate. Observé
que la abuela cargó al niño de 5 años en el kayak y se lo llevó a navegar por
el lago. No tenían salvavidas ninguno de los dos. Los padres miraban y no
decían nada, les parecía normal. El lago es profundo y frío. Pensé que debían
hacerlo siempre así.
El hombre contó, que hacía 30 años que vivía en la Villa. Actualmente
tendría unos 35 años. Que su madre,
siendo enfermera en una ciudad importante, un día consiguió un puesto en
el Hospitalito de la Villa Traful
y se vinieron a vivir aquí.
La villa era muy pequeña, pero se encontraban muy a gusto.
Era un paraíso con montañas, bosques, el lago etc. El y su mujer habían formado una familia. Estaban contentos
porque sus hijos se criaban libres y en medio de la naturaleza. El hombre se
dedicaba a hacer Prótesis Dentales. Hacía las prótesis de los habitantes de toda la villa. Los que
la necesitaban, por supuesto.
Nos contó que él y su mujer
observaban el grupo que conformábamos los tres matrimonios, desde que
llegamos al lugar y le dijo:
─ Que lindo sería llegar a la edad de ellos y poder tener un grupo de amigos así para hacer
viajes juntos.
A mi particularmente esa observación me sorprendió. Porque
cuando uno tiene esas posibilidades, a
veces no se da cuenta del valor que representan y por lo tanto no las cuida.
En un momento de la charla, interrogó a mi marido en un tono que
daba a entender que la respuesta, estaba implícita en la pregunta:
─ ¿No te
gustaría vivir en un lugar así, en un paraíso como este, con esta paz, con esta
tranquilidad?
Antes de responder se produjo un silencio algo prolongado y luego mi marido dijo:
─ No
Intrigado, el hombre preguntó:
─ ¿Porqué?
─ Por que nací en Buenos Aires.
Soy de allí y estoy acostumbrado a la vida agitada, al ruido, a la gente. Pero además ya desarrollé mi trabajo y mi profesión en ese lugar. Creo
que yo no podría vivir aquí, como vos no podrías vivir allá.
El
hombre demoró un rato la respuesta. Mientras
tomaba el mate pensaba, y entonces, dijo:
─ Es cierto. Cada uno vive donde
le toca y se adapta a ello. Y así como hay problemas en la ciudad, también hay
problemas en este bello lugar.
─ ¿Y cuáles pueden ser los de
este lugar? ─ pregunté
─ En este hermoso lugar, durante el invierno
hace mucho frío y nieva. La gente no puede salir de sus casas y se
deprime. Mira TV todo el día y toma alcohol. El alcoholismo es un grave
problema en este lugar.
Lo
miramos extrañados. Habíamos escuchado una versión similar en Tierra del Fuego.
Allí le llamaban “La enfermedad del sueño”. Pues durante el invierno, duermen
muchas horas y toman bastante alcohol.
Finalmente
agregó con un suspiro:
─ Cada uno hace su camino donde le
toca y como puede.
Nos
despedimos y seguimos hasta la
Villa , donde en una confitería, tomamos café con Tarta de
Ruibarbo.
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