Queridos amigos del Blog:
Por ahora no contaré más que estas
5 historias que ya publiqué, no porque falte tema, al contrario, es tanto lo que tengo que no quiero cansar a mis lectores. Podría también, contar cómo nos hemos manejado en un grupo de 6 personas mayores, que convivieron juntas durante
25 días. Pero eso iré desarrollándolo en forma de
cuentos y con más tiempo.
Pero para cerrar esta etapa
de “Historias” y volver a la otra parte de mi blog “Comidas con Historias”,
transcribo dos relatos que no son míos. Son de mi amiga Raquel Micheli, quién durante muchos años, vivió en La Patagonia y escribió dos relatos muy hermosos al respecto.
Gracias a los relatos de Raquel,
me convencí aún más, (lo veníamos pensado a raíz de este viaje), de volver a hacer: La
RUTA AZUL (ruta 3), y si se da, el próximo año con mi marido la volveremos a transitar.
Recorrer la Ruta Costera Patagónica parando
en todos los lugares que nos gusten y sin apuro: Puerto Madryn, Península de
Valdez, Puerto Deseado, Caleta Olivia,
Puerto San Julían, Bosque petrificado etc. etc.
Agradezco enormemente a Raquel
y van su relatos, uno a continuación del otro
Nota: El segundo va con fotos.
1-
Patagonia rebelde y costera. Argentina
Hace poco tiempo atrás,
fuimos con algunos de mis amigos a ver una película de Carlos Sorín. Nos gusta, porque es un excelente director, que cuenta historias
que parecen simples, de la vida cotidiana y que generalmente transcurren en la Patagonia sur de la Argentina.
Ya desde la primera escena, empecé a viajar junto con el
protagonista y me sumergí extasiada en
mi butaca, admirando la desmesura del paisaje, para mí conocido, por otros viajes ya lejanos
en el tiempo. Pero nuevamente me sentí impactada ante la imagen. Parecía que el cielo acariciaba esa tierra desnuda de vegetación, alumbrada por el último
sol de la tarde, y el automóvil era un
puntito que zigzagueaba, como una hormiga solitaria en el camino que dividía en
dos la pantalla.
Me deje inundar el alma por esa imagen de
soledad y grandeza de ese suelo. La extraordinaria belleza de lo simple y
natural estaba en “mi tierra” .Y así es esa ruta 3 que va hasta la punta del país.
Cada tantos cientos de Km en la “nada”, de suelos achaparrados, sin árboles, ni casas,
ni gente. A veces cuando el camino esta más cerca de la costa se deja ver el
brillo del mar y algún animalito que se cruza y cuando se aleja un poco se divisan las mesetas patagónicas, en suaves ondulaciones, hasta llegar algún pueblo o ciudad. Es el desierto que
cuando ha tenido inviernos fríos y lluviosos, en verano sorprende con su
floración y colorea el hermoso paisaje
con especies que no identificamos. En algún viaje quise llevarme una matita de
flores, bajé del auto y escarbé la tierra, pero no tuve suerte, en casa no brotaron porque son propias de ese lugar.
Conocer la Patagonia, sus misterios, implica la gran aventura. Puedo contar un poco,
desde mi sentir como yo la he visto.
Viniendo desde el
Norte hacia Chubut por tierra, desde Bs.
As por la ruta 3, por zonas costeras, el camino es una extensa y casi línea recta de 3074 Km. hasta la punta de
Sudamérica donde está la Argentina. Si vamos
por aire podemos apreciar la península y la caleta Valdés (¡mapa de papel
manteca, “plumín y tinta china”!).
A medida que dejamos el límite de Buenos Aires
con Río Negro- Viedma, y entramos en la Patagonia, el verde del suelo se va opacando,
comienzan a aparecer los pastizales
típicos redondeados de coirones, jarillas y chañares cubriéndolo
intermitentemente En verano unas florcitas amarillas matizan el verde grisáceo.
Los árboles se van espaciando cada vez más
y los pueblos también. Vamos entrando
a la desolación, al semi-desierto, la estepa patagónica. El camino ya no
es plano. Hay lomadas, algunas montañas rocosas, pasando por Sierra Grande.
Cruzamos a Chubut. El paisaje es gris, los animales silvestres se mimetizan con
él. Podemos ver guanacos cruzando los campos, cuises, zorrinos, zorros, choiques
(ñandú). También el clima es acorde, seco y con días de fuertes vientos propios de la zona.
Pasamos
por Puerto Madryn la primera ciudad del camino, ya en plena meseta patagónica. Desde ahí o desde Puerto
Pirámides en el invierno
hasta entrada bastante la
primavera, se puede realizar el avistaje
de magníficas ballenas. Pirámides,
es la mejor playa de Chubut. Debe su nombre a la similitud de las rocas y
acantilados que rodean la bahía con las
“pirámides
verdaderas”. Se llega desde la ruta 3, por un camino que atraviesa el
brazo angosto de la península y que deja
ver en determinado tramo el mar de ambos lados. Bajando entre curvas,
pinceladas de mar de azul intenso, hasta la playa que se estira respaldada por
médanos de arena fina, muy altos,
cubiertos suntuosamente por una alfombra
de verdes e inmensos tamariscos, Puerto Pirámides nos ofrece sus aguas cristalinas y tranquilas.
Siguiendo por la
ruta 3, y ya hicimos casi 1.500
Km., faltando solo 14 Km, en una bajada vemos a Trelew, extendida como desperezándose en el valle. El Río Chubut bajando rápido
desde la cordillera en busca de su salida al mar, le acordona de verde sus
márgenes proporcionándole el agua para los campos
Generalmente a
Trelew se la nombra también como “ciudad de paso” porque es un centro de distribución de bienes y
servicios, comunicaciones y transporte a los diferentes puntos turísticos. Es
una ciudad con un aire cosmopolita, dado por los primeros pobladores que
llegaron a colonizar: los galeses, sin olvidar
que estaban los nativos del lugar, los tehuelches, y luego se agregaron españoles, italianos,
árabes, chilenos, portugueses y
muchísima gente de las provincias del Norte de nuestro país. En el centro, está
el
teatro Español, que es un hermoso edificio también como el Hotel Touring y el Salón San David, donde antiguamente se
celebraba todos los años el Eisteddfod*, evento de tradición galesa (se sigue
realizando pero en las instalaciones del
Racing Club, porque tienen un gimnasio apto para la cantidad de gente
que concurre). Son los más importantes históricamente. El aeropuerto está
modernizado acorde con el turismo internacional que recibe: manga alfombrada
que se conecta con el avión, espacios vidriados encolumnando la escalera, con matas
de arbustitos, pastos duros y piedras que
emulan el suelo patagónico. También exhibe decoraciones con réplicas de restos
paleontológicos característicos del lugar, ya que allí se encuentra un
importante Museo sobre el tema.
La Patagonia costera nos ofrece una
variedad de paisajes dignos de admirar y disfrutar. Solo hay que animarse a recorrer
muchos…. Kilómetros.
Raquel
Micheli
*Eisteddfod :
significa en castellano “estar sentado” Es un evento de competencias de diferentes
disciplinas artísticas.
2- Valle Inferior de Rio Chubut13/02
25 de Diciembre de 2012 .
Festejo de Navidad en Dolavon,
Chubut.
Dolavon
es una localidad agrícola del valle del
río Chubut, distante a 35 Km.
de la ciudad de Trelew. En una vieja chacra del lugar, cada año,
acostumbran a reunirse los hijos, tíos, primos y demás parientes de una
antigua familia galesa, Lloyd Jones, para festejar la Navidad. Van los que
pueden, a veces más, a veces menos, es una tradición establecida y repetida a
lo largo de muchos años. La casa que era
de los abuelos, Taid y Nain (abuela y abuelo en galés),
los está aguardando, vacía de muebles pero llena de sentidos recuerdos.
La nostalgia del pasado los une en la remembranza. Anécdotas y risas. Esta vez,
solo está una de las tías, Ilid, que
nació ahí mismo, en esa casa a la orilla del río, en febrero de 1927 y es la segunda de 7 hermanos, 6 mujeres y el último varón,
Percy.
Estamos en esa casa sentados en unos
bancos alrededor de una gran mesa
improvisada con tablones, compartiendo
el almuerzo que cada uno aportó. Y como Ilid es “la que sabe”, después de comer, se arma un grupo cerca de
ella, para hacerle preguntas y escuchar sus relatos familiares.
Mientras Ilid cuenta con placer como era la
vida en ese tiempo, la magia que emana de
sus historias nos va impregnando el
corazón. Así motivados, todos empezamos a recorrer la casa. Ella nos muestra la habitación donde nació, la
cocina, la chimenea que también se conectaba con la sala, la puerta lateral por
donde entraban los nietos cuando eran chicos .Todavía están los frascos de vidrio en los que se guardaban las
conservas, la maquinita para cortar la natilla. Va desgranando anécdotas, emotivas, graciosas. Cómo se conocieron sus
padres y la cosecha de garbanzos en la que participaba toda la familia.
Los abuelos Herbert 1898 y Mona Lowisa, 1902.
Herbert desciende a su vez de abuelos galeses
llegados a la Argentina
en 1875, una remesa inmigratoria que recaló en Santa Fe, Esperanza y Rafaela.
El decidió irse a Sur. Ahí conoció a Mona, una rubia bonita y de largas trenzas rubias, casi
adolescente, recién llegada de Gales. Se enamoran, se casan y se instalan en el lugar alrededor de 1924.
Ahí cultivaron la tierra, tuvieron
sus hijos: Elsie, Ilid, Ada, Meby, Any, Do (Doris) y Percy, que crecieron y se
fueron yendo a medida que se casaban o seguían el destino que les tocara.
En ese tiempo el río actualmente más alejado, llegaba hasta la casa, la chacra era muy
grande y todos ayudaban. Ahora, generaciones después, sus descendientes
reconocen y valoran entrañablemente el
ejemplo y esfuerzo de tanto trabajo.
Afuera una vez mas los más chicos y algún grande, se
suben con entusiasmo al viejo y herrumbrado carro, como si tuvieran las riendas
imaginarias para azuzar al caballo que antaño los llevaba a la escuela.
A un costado, el banco de trabajo donde
descansa un taladro oxidado que está como adherido a la mesa, nadie lo tocó en
muchos años y se quedó esperando a un dueño que ya no está. Cerca, la prensa,
una carretilla y herramientas de Taid, mudos
testigos de un tiempo pasado. Algunas
sillas rotas. Una de ellas se mantiene enhiesta, aunque le falta una pata, orgullosamente
sostenida por un gran manto de enredadera silvestre de pequeñas flores blancas,
como si fuera un tocado de novia , que
arrastra y cubre todo a su alrededor. Nada se quita o se remueve de su sitio.
Se preserva la memoria. Es como recorrer
un museo donde lo que se ve, habla por sí solo. Todo esto rodeado de añosos
álamos plantados a cada lado del canalcito que lleva el agua. Miden cerca de un
metro de diámetro, son imponentes y protegen del viento que los hace bramar fuertemente
al sacudir sus ramas.
Los
primos seguidos por todos los concurrentes enfilan hacia la casa de Diana, la
tía muy querida, esposa de Percy, el tío menor, que antes vivía a unos cientos
de metros. Es un ritual tácitamente instaurado .La casa está siendo demolida,
porque corría peligro de caerse .Caminan
en silencio, mirando el suelo, desandando
la añoranza de su niñez. La tía Diana decidió donar los materiales que
se extrajeron para el arreglo de una
Capilla. Y aquí, la historia tiene una vuelta. Una sobrina, Lidita, logró comprar una parte de 2 has. de la chacra original que había sido vendida a
otra familia, para edificar su casa a la vera del río. Entonces le pidió a esta
tía algunas baldosas de la demolición
para ornamentar el piso como un homenaje
a esos abuelos. Ella, de esta manera recuperó parte de esa tierra y proyectó un
futuro amparado en el recuerdo de tantos momentos felices. Desde el sitio
estratégico donde está emplazada la nueva casa
se puede distinguir a través de las
ventanas que enmarcan el hermoso paisaje, el contraste del blanco y
oscuro de las bardas que a lo lejos
limitan el horizonte, las
alamedas que crecen a orillas del río y
de sus canales y, en medio de ese verdor,
girando la vista a la derecha, se divisa a lo lejos la casa grande, la de Taid y Nain
Se puede palpar el sueño de los abuelos, que a
través de sus descendientes seguirán cosechando el producto de su siembra de
amor-
Otra historia de inmigrantes, de los
que vinimos de los barcos. Los que nacimos en esta tierra agradecemos el
poder disfrutarla y pertenecer a ella
también por sentimiento.
Raquel Micheli
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