Mi marido y yo compramos un único producto y para pagar, fuimos a una caja rápida. Delante de nosotros había una señora, la llamaremos Ana.
Ana llevaba un solo artículo, cuando llegó a la caja, en vez de pagar, salteandonos a nosotros, le ofreció gentilmente su turno a la señora que venía detrás en la fila. Esta señora a la que llamaremos Marta, avanzó contentísima cómo si no estuviéramos.
Sentí que me subía la ira y estaba a punto de protestar. Mi marido dijo:
— Dejála, no te pelees.
—Nosotros estamos antes. ¡Y también llevamos un solo articulo! —protesté.
— No importa. No vale la pena pelear por esto.
Me calmé, dejé adelantarse a Marta y comencé a observar: Marta y Ana conversaban muy entretenidas mientras esperaban a que la cajera pasara sus productos.
De pronto, Ana saca de su cartera un álbum de fotos pequeño y se lo muestra a Marta. Le digo a mi marido:
— Mirá, tanta amabilidad tenía un costo, ahora Marta tiene que mirar todas esas fotos.
Se notaba que Marta las miraba por puro compromiso y lo único que deseaba, era terminar rápido el trámite de la caja.
Cuando le tocó el turno nuevamente a Ana, se dió vuelta y nos dijo:
— Pasen Ustedes. Yo tengo que cambiar un artículo.
Fue hacia adentro del supermercado y volvió con un paquete de azúcar.
Nosotros mientras tanto terminamos nuestra compra y estábamos por irnos, pero vemos que Ana, seguía cediendo los lugares a la gente que estaba detrás de ella y con cada uno iniciaba una conversación. Era evidente que no quería irse de la fila de la caja, porque allí encontraba con quién conversar.
En ese momento, me alegré de no haberme dejado llevar por la ira y pensé:
—Es bueno no enojarse y ver la situación en su verdadero contexto...
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