jueves, 20 de enero de 2011

Historias de vida - Capítulo 11

En el camino  nuevamente

Al otro día temprano teníamos todo listo para irnos del Parque Nacional El Rey, pero faltaba retirar el DK del fango del río, donde había quedado. Nos montamos los 4 en el Citroen y emprendimos la marcha. Detrás nuestro venía el camión de la intendencia del parque,  con  5 personas. Cuando llegamos, el DK estaba tal cual lo habíamos abandonado. Hacia nada más que un día y medio, pero parecía mucho más.


Entre los 5 obreros y nuestros 2 hombres, siete en total, lo desencajaron del barro y con mucho esfuerzo y maña lo llevaron hasta el camino, fuera del lecho del río. Lo empujaron hasta que arrancó.
Queríamos darles un obsequio a la gente que nos ayudó, dinero no, porque bien poco teníamos nosotros. Entonces nos acordamos que  traíamos una botella de wisky, las que le regalan a los médicos y se la obsequiamos al conjunto. NO  PODIAN CREERLO!! Se fueron felices y muy agradecidos.

 Pero los agradecidos éramos nosotros que habíamos recuperado uno de nuestros vehículos. 
El DK, a quién tanto habíamos denigrado, tosió y se puso en marcha. Allí íbamos en caravana nuevamente, con el camino en bajada. Malheridos, pero enteros y con el ánimo alto.

Se acabó el turismo, ahora de nuevo a buscar trabajo!!
El camino por el cual bajábamos tenía mucho ripio suelto y aunque íbamos muy despacio en un momento el DK patinó y nos dimos contra la montaña. El golpe fue suave, porque realmente veníamos despacio, pero suficiente para que saltara el vidrio de la luneta trasera. No se rompió, saltó enterito y quedó tirado sobre el ripio.

 

A esta altura odiábamos al pobre DK. Personalmente estaba pensando que cuando llegara a una ciudad me iba a tomar un micro de regreso a Buenos Aires.
Finalmente en el asfalto arribamos a una ciudad. Cargando el vidrio en el asiento trasero, preguntamos donde podíamos arreglar la luneta y nos enviaron a la casa que se especializaba en eso.
¿Saben como se llamaba? SALTA VIDRIOS

Seguimos más al norte. El paisaje era tan bello!  Era difícil mantenerse en  el mal humor. Cuándo cruzamos el Río Mojotoro, nos acordamos que había una canción dedicada a ese río, cantada muy bellamente por Eduardo Falú y allí estábamos, cantando nuevamente y mirando para el futuro…
Continuará

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