Bajamos del taxi en
la puerta de una casa grande y bonita, pero en una zona que se veía agreste.
Poca infraestructura, calles
de arena, apenas marcadas y alrededor muchos médanos.
Habíamos alquilado
una casa a último momento a unos
conocidos de otros conocidos. Lo único que sabíamos era que estaba a unos 80 metros del mar.
Pero
la primera sorpresa fue que teníamos
como vecino a un médano. Si, todo un
costado de la casa daba a un médano.
Si me recostaba en la galería, veía al médano,
si abría el ventanal de mi dormitorio, veía un pedazo del médano y luego
cocinando también lo veía a través de la ventana.
Era pequeño respecto a otros
que se encontraban en la zona y retenía bastante al viento que venía del mar en los días muy
ventosos. Nuestros mares del sur de América se caracterizan por tener
amplísimas playas de arena fina, pero
con días de bastante viento. Es un mar de llanuras, de pampa.
En la casa no había Internet, ni televisión y gran parte del
tiempo no tenía señal de celular. Solo
radio, música y libros. No llegaba el periódico y para comprar alimentos, había
que recorrer unos cuantos kilómetros en auto. Pero, he aquí la cuestión. Nuestro automóvil se rompió en el camino durante el viaje de ida. Lo tuvimos que dejar en un taller mecánico a 140 kms del lugar, de ahí nuestro arribo a la casa en taxi. Teníamos para unos días hasta su
reparación.
Entonces me planteé:
¿Podré estar 15 días
(tiempo que duraba el alquiler de la casa) desconectada de todo? ¿Podré vivir
dos semanas sin tecnología?
Los dos primeros días debo confesar que me deprimí un tanto,
no era consciente de mi dependencia tecnológica y consumista. Lo único que
había a unos 6oo metros de arena y médanos, era un pequeño almacén que vendía
algunos productos muy poco variados y bastante caros. No tenían verduras, ni
frutas, ni carnes. Habituada a cocinar
con gran variedad de vegetales, semillas, frutas… me sentía desamparada.
Fue ahí que comencé a sentarme en la galería a observar al médano, que hasta el momento lo miraba
desde cualquier ventana de la casa, pero no le prestaba mucha atención. Soy de esta región y los he visto durante
toda mi vida, pero nunca había convivido con uno. Observé que tenía una
contra, tapaba la visión directa del
mar, pero a su vez una ventaja, y
es que era como una pared. Me protegía
del viento, de la curiosidad de los paseantes y prestaba una intimidad y un
cobijo muy particular a toda la casa.
El médano, cubierto de plantas y pastos agrestes, tenía su
propia vida. Los vientos modificaban la capa externa de arena y sé, por haberlo
leído alguna vez, que se mueve, se desplaza. Quizá la cantidad de años que
tendría mi médano... Digo “mí”, pues comencé a tomarle cariño y le puse nombre,
lo bauticé Don Médano, dado el respeto que me inspiraba.
Así que durante muchas horas Don Médano y yo compartíamos
experiencias.
Él tenía sus visitantes: pájaros, niños que se trepaban y luego
rodaban por su ladera arenosa y un día
hasta recibió a un Búho, que se
estuvo largo rato parado mirándome.
Pero a los médanos no
los cuidan, por el contrario los destruyen. Edifican casas encima o
simplemente los derriban en aras del progreso. Tiran basura en cualquier parte
y luego el viento la deposita sobre sus plantas… Nosotros al nuestro, lo limpiábamos. Si veíamos una botella
plástica o bolsas de nylon, las quitábamos, aunque pensábamos lo inútil
de esa tarea, pues Don Médano correría a
la larga el mismo trágico destino de otros en cuanto alguien nomás, eligiera construir en ese lugar.
Pero mientras tanto
mirando la paz con que él vivía, decidí
que mi actitud un tanto de enojo, tenía que
cambiar. ¿No tendría variedad de
alimentos por varios días? Pues me arreglaría y cocinaría comida para la
familia con lo que vendiera el almacencito. ¿No había Internet ni TV? No
escribiría mails, no navegaría y no me enteraría las noticias del mundo. ¿No
había señal de celular? Pues por unos días no hablaría por TE.
Fui al "almacén/shoping" y monitoreé de un vistazo que podía
cocinar con lo que allí ofrecían. Después de todo este es un blog de comidas
con historias. ¿No?
Haría: fideos secos con manteca y queso. Fideos con salsa
blanca y huevos duros, gratinados. Vendían
hamburguesas y salchichas, también papas y cebollas.
Un revuelto de salchichas papas, cebollas y huevo. Ensalada
de lentejas y huevos duros, huevos fritos,
pasados por agua, posché. Arroz
frío con caballa y aceitunas, arroz con manteca y hamburguesa, tarta de
jamón y queso, arroz con salsa blanca… y comenzaron a surgirme cientos de
recetas, aunque sin verduras y sin frutas, pero era solo por unos pocos días.
Si querían postre, podía ser un queso y dulce, un flancito y había yogures!!!
No estaba tan mal después de todo.
Mientras cocinaba,
por el amplio ventanal de la cocina saludaba a Don Médano y le agradecía
la paz por estos días descontaminados de tecnología y consumismo.
Ahh… en la playa conseguí que un pescador me vendiera un
hermosa brótola que la asamos a la parrilla de carbón y la acompañamos con
papas a las brazas con manteca en el medio. ¡¡Riquísima!!