El Leicaj es el postre judío por excelencia, un budín a base de miel, té negro y aceite, infaltable en la mesa de dulces de cualquier hogar que se jacte de tener una idishe mame. Cada vez que como una porción de Leicaj no puedo dejar de recordar la antológica escena de la película “El Abrazo Partido”, donde la mamele dramáticamente le ofrece al hijo el cuchillito del leicaj para que la mate con tal de no ver lo que este iba a hacer. Una bella síntesis doméstica del ser judío. Cuando tengo la oportunidad le pregunto a la gente de la colectividad la receta del leicaj, es un juego que me encanta, porque cada uno reproduce en su Leicaj su propia historia. Siendo la repostería un arte de precisión, seguramente pondría los pelos de punta a cualquier maestro pastelero tratar de seguir alguna de de estas recetas. En el último encuentro que tuve con mi amiga Anahí Amar, de apellido árabe y ascendencia judía y que hace un riquísimo Leicaj, aproveché para preguntarle su infalible receta. Por supuesto fue imposible seguir sus indicaciones. Transcribo el dialogo. Ani:- Batís huevo, uno o dos. Yo:- pero uno? o dos? Ani:- depende cuantos huevos tengas. Agregás la miel, una taza más o menos grande, y otra taza de aceite Yo:- no es mucho aceite? Ani:-por ahí era un pocillo de aceite y una taza de miel. O dos pocillos de aceite. Yo: -y la proporción entre los pocillos y la taza? Ani, me estás cambiando el patrón de medida… Ani:-Bueno, no importa la relación entre el pocillo y la taza ni si son del mismo juego de vajilla o no… Le ponés el té bien negro (acá vuelve la duda si pocillo o taza), y le vas agregando harina. Yo:- Cuánta harina? Ani:- hasta que quede consistencia de torta. Yo:- Y cómo es la consistencia de torta? Ani:- Medio chirle Yo:- ¿…? Ani: - ni muy espesa ni muy líquida. Eso es “chirle”. Consistencia de torta cruda.
Ya Ani con toda su paciencia comenzaba a cansarse de mis obsoletos pedidos de detalle. Finalmente le propuse que cuando hiciera su leicaj me llame y yo la observaría para entender este imbricado código familiar de las proporciones y consistencias.
El leicaj que vagamente recuerdo de mi abuela Emilia no era muy tentador a mi paladar de niña viciado de golosinas y dulce de leche. Pero yo percibía que algo había en esa torta, una mística familiar, algún conocimiento ancestral que absorvían los adultos con ese alimento, porque el anuncio era “Hay leicaj”, y allí había hogar, antepasados, tierra añorada, lengua en extinción. Después de muchas pruebas horneadas puedo decir que éste es mi Leicaj, el que adopté como propio, mezcla de recetas y licencias poéticas. Al no tener azúcar blanca ni manteca, y además reemplazo la harina blanca por harina integral es una alternativa saludable a la hora del antojo. En casa es un éxito, mi familia lo devora, y yo como buena mamele disfruto como ese amor hecho esponjosa consistencia va siendo ingerido por mis seres queridos en cada bocado, que al fin y al cabo no es otro el objetivo del Leicaj.
Leicaj “Marisa”
Montar 4 claras a nieve, reservar. Batir 4 yemas a punto letra. Incorporar a las yemas ½ taza de aceite, 1 taza hasta el borde de miel, chorrito de oporto u otro licor, 1 manzana verde rallada sin su cáscara, opcional: nueces partidas, especias (clavo, canela, jengibre) y pasa de uva remojadas en oporto. Aparte cernir 1 y ½ taza de harina integral fina con 1/2 cucharadita de polvo de hornear y una pizca de sal. Incorporar de a poco a la preparación de las yemas con espátula, de manera envolvente para no activar el glúten de la harina. Incorporar esta preparación a las claras a nieve, envolviendo con espátula. Volcar en molde savarín previamente enmantecado y enharinado. Llevar a horno de 170º (un poco más que moderado) durante 25-30 minutos. Está listo al introducir palillo y que este salga seco. Retirar del horno y esperar a que los bordes se separen. Desmoldar sobre rejilla. El leicaj debe ser húmedo y esponjoso, se puede guardar varios días en un Tupper cerrado o con film en la heladera.
Leicaj
ResponderEliminarEl Leicaj es el postre judío por excelencia, un budín a base de miel, té negro y aceite, infaltable en la mesa de dulces de cualquier hogar que se jacte de tener una idishe mame. Cada vez que como una porción de Leicaj no puedo dejar de recordar la antológica escena de la película “El Abrazo Partido”, donde la mamele dramáticamente le ofrece al hijo el cuchillito del leicaj para que la mate con tal de no ver lo que este iba a hacer. Una bella síntesis doméstica del ser judío.
Cuando tengo la oportunidad le pregunto a la gente de la colectividad la receta del leicaj, es un juego que me encanta, porque cada uno reproduce en su Leicaj su propia historia. Siendo la repostería un arte de precisión, seguramente pondría los pelos de punta a cualquier maestro pastelero tratar de seguir alguna de de estas recetas.
En el último encuentro que tuve con mi amiga Anahí Amar, de apellido árabe y ascendencia judía y que hace un riquísimo Leicaj, aproveché para preguntarle su infalible receta. Por supuesto fue imposible seguir sus indicaciones. Transcribo el dialogo.
Ani:- Batís huevo, uno o dos.
Yo:- pero uno? o dos?
Ani:- depende cuantos huevos tengas. Agregás la miel, una taza más o menos grande, y otra taza de aceite
Yo:- no es mucho aceite?
Ani:-por ahí era un pocillo de aceite y una taza de miel. O dos pocillos de aceite.
Yo: -y la proporción entre los pocillos y la taza? Ani, me estás cambiando el patrón de medida…
Ani:-Bueno, no importa la relación entre el pocillo y la taza ni si son del mismo juego de vajilla o no… Le ponés el té bien negro (acá vuelve la duda si pocillo o taza), y le vas agregando harina.
Yo:- Cuánta harina?
Ani:- hasta que quede consistencia de torta.
Yo:- Y cómo es la consistencia de torta?
Ani:- Medio chirle
Yo:- ¿…?
Ani: - ni muy espesa ni muy líquida. Eso es “chirle”. Consistencia de torta cruda.
Ya Ani con toda su paciencia comenzaba a cansarse de mis obsoletos pedidos de detalle. Finalmente le propuse que cuando hiciera su leicaj me llame y yo la observaría para entender este imbricado código familiar de las proporciones y consistencias.
El leicaj que vagamente recuerdo de mi abuela Emilia no era muy tentador a mi paladar de niña viciado de golosinas y dulce de leche. Pero yo percibía que algo había en esa torta, una mística familiar, algún conocimiento ancestral que absorvían los adultos con ese alimento, porque el anuncio era “Hay leicaj”, y allí había hogar, antepasados, tierra añorada, lengua en extinción.
Después de muchas pruebas horneadas puedo decir que éste es mi Leicaj, el que adopté como propio, mezcla de recetas y licencias poéticas. Al no tener azúcar blanca ni manteca, y además reemplazo la harina blanca por harina integral es una alternativa saludable a la hora del antojo. En casa es un éxito, mi familia lo devora, y yo como buena mamele disfruto como ese amor hecho esponjosa consistencia va siendo ingerido por mis seres queridos en cada bocado, que al fin y al cabo no es otro el objetivo del Leicaj.
Leicaj “Marisa”
Montar 4 claras a nieve, reservar.
Batir 4 yemas a punto letra. Incorporar a las yemas ½ taza de aceite, 1 taza hasta el borde de miel, chorrito de oporto u otro licor, 1 manzana verde rallada sin su cáscara, opcional: nueces partidas, especias (clavo, canela, jengibre) y pasa de uva remojadas en oporto.
Aparte cernir 1 y ½ taza de harina integral fina con 1/2 cucharadita de polvo de hornear y una pizca de sal. Incorporar de a poco a la preparación de las yemas con espátula, de manera envolvente para no activar el glúten de la harina.
Incorporar esta preparación a las claras a nieve, envolviendo con espátula.
Volcar en molde savarín previamente enmantecado y enharinado.
Llevar a horno de 170º (un poco más que moderado) durante 25-30 minutos. Está listo al introducir palillo y que este salga seco. Retirar del horno y esperar a que los bordes se separen. Desmoldar sobre rejilla.
El leicaj debe ser húmedo y esponjoso, se puede guardar varios días en un Tupper cerrado o con film en la heladera.
Muy interesante tu comentario, Abreviento. Gracias!
Eliminar