jueves, 24 de noviembre de 2011

El Buzón

Vivo en un barrio aledaño a la “Mega - Ciudad” que es Buenos Aires. Igualmente  en él, están todos los grandes  Hipermercados conocidos. Es sabido, que  en estos supermercados, las compras son  eficientes y más económicas, pero muy impersonales.

Por suerte,  en mi barrio aún puedo comprar en negocios pequeños, donde conozco el nombre de cada vendedor y sus hábitos. Lo mismo que  salir a la calle,  conversar con los vecinos… Cosas,  que  pueden hacerse en un barrio donde la gente se conoce.


Ayer, frente al correo  me encontré con una vecina.  Comenzó a contarme algo y yo trataba de prestarle atención,  pero por detrás de ella se desarrollaba una escena de la cual no podía abstraerme.  No lograba dejar de mirar a un señor que estaba por echar una carta al buzón.  El individuo aparentaba entre 60 y 65 años,  bastante alto,  delgado y con  anteojos. 


 De entrada me llamó la atención que alguien  hoy día,  utilizara el viejo buzón color rojo, construido en hierro,  que se encuentra en la vereda del correo. Pensé que en la era de las comunicaciones por mail, por redes, por twitter y otras yerbas, los buzones,  solo estaban como adornos y  recuerdos de otras épocas.


 El  señor,  miraba el sobre de un lado y del otro. Cuando parecía que  iba a echarlo dentro del buzón, volvía a mirarlo y a dudar. Finalmente echó la carta y se quedó unos instantes mirando el buzón. ¿A quién le escribiría? ¿A un hijo lejano? ¿A un hermano que quedó en otro país? ¿O sería  una carta de protesta a una empresa que no cumplió con algo?

Esa pequeña escena, me remontó a tantos recuerdos…
Yo era adolescente,  cuando mi hermano se fue con una beca a Alemania. La única forma de mantenernos comunicados era por medio de cartas. Estas tardaban 15 días aproximadamente en ir o venir. El buzón se encontraba lejos de mi casa; allá en El Palomar de mi infancia, un barrio del conurbano bonaerense.
                                            
Escribía la carta y la releía varias veces, no como ahora que uno envía los mails casi sin releer; creo que por  la inmediatez de las comunicaciones. Si no me gustaba,  la rompía y la volvía a escribir. Tenía que comprar sobres para vía aerea y estampillas. Llevarla al correo y echarla al buzón. Toda una tarea.


Mis amigos me pedían las estampillas porque las coleccionaban y estas eran de Alemania. Años más tarde fueron de España,  ya que mi hermano terminó radicándose en Madrid.

El cartero sabía que esperaba las cartas con ansiedad y cuando iba llegando con  su bicicleta,  ya me avisaba de que trataba:
─ ¡Gely!... Hoy te vino carta de Alemania
─ Gracias Pascual  ─ respondía contenta. ¿Quiere un vaso de agua fresca?
Es que el cartero era casi un amigo de la familia. Lo recuerdo muy bien a Pascual; nuestro cartero durante muchos años.
Todos estos recuerdos me vinieron a la mente como un flash,  que se activó solo por ver en mi barrio a un señor,   utilizando hoy día,   el buzón de un correo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

PASTEL DE PESCADO ENLATADO


Para hacer este pastel se puede utilizar cualquier pescado envasado. Por ejemplo: Caballa, Atún, Jurel, Merluza, etc. A mi me gusta combinar uno de sabor fuerte como la caballa,  con una lata pequeña de atún. Este último puede ser en lomos o desmenuzado. Lo importante es que suaviza un poco el sabor fuerte de la caballa. Pero queda muy rico si también lo hace solo de atún o de merluza etc.


Ingredientes
Una  lata de caballa al natural
Una lata de atún desmenuzado al natural
4 cebollas
1 ají morrón rojo o verde o mitad de cada uno
2 huevos duros
1 tomate fresco
Sal, orégano, y una cucharita de café de un buen pimentón.
Aceite

Masa
100 grs. de manteca o margarina a temperatura ambiente.
250 grs de harina leudante.
1 huevo y una yema de huevo
Pizca de sal.
Leche o agua,  cantidad necesaria.

Preparación
Picar las cebollas y el ají morrón. Saltear en una cacerola con un poco de aceite. Mientras abrir las latas de pescado y escurrir.  (Si desea a la caballa le puede quitar el espinazo, aunque en la cocción se deshace y es “calcio” puro, pero es cuestión de gustos).



Agregar estos pescados arriba del rehogado de cebollas y morrón. Continuar  la cocción a fuego lento; mientras se van  mezclando los ingredientes con una cuchara de madera. Cortar el tomate en trozos, procesarlo y agregarlo a la preparación.


Cocinar hasta que el relleno se reduzca  y no quede líquido. ¡Ojo! Que no se le agarre al fondo de la cacerola.
Dejar que enfríe y reservar.


Mientras,  preparar la masa. Para ello,  cortar la manteca en trocitos y mezclarla bien con la harina y la sal. Luego hacer un hoyo en el medio e incorporar el  huevo entero y la yema sola. Mezclar  la parte sólida con la líquida e ir agregando un poquito de leche o agua,  hasta formar una masa bien tierna. Dejar reposar unos 20 minutos.


Enmantecar y enharinar una bandeja para horno que pueda ir a la mesa. Estirar con palote la mitad de la masa.


Forrar el molde dejando un borde para el repulgue y volcar el relleno en él. Pelar los huevos duros,  cortarlos  en rodajas y acomodar sobre el relleno como se ve en la foto.



Estirar la otra mitad de la masa, tapar con ella el relleno y recortar los bordes. Hacer un lindo repulgue y pintar con huevo batido la superficie.


Espolvorear con alguna semilla. Yo usé  semillas de sésamo. También queda muy bien con semillas de amapola o la que Usted guste o nada. Horno mediano hasta dorar.



Se puede comer caliente o frío. Ambas formas son ricas.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Juancito

Hace unos pocos meses,  cerca de mi domicilio abrió un local de venta de productos de granja. ¿Saben como se llama? : “El Club del Pollo”
Venden de todo: pollos, gallinas, subproductos de pollo (milanesas, croquetas, matambritos, medallones de pollo…)  pero sobre todo,  huevos frescos. Hay pilas de maples de huevos. Un maple trae 30 huevos. Es muy cómodo tener siempre una buena cantidad de huevos en la cocina, más aún si son frescos.


La primera vez que fui al negocio, me atendió un vendedor de mediana edad y aspecto jovial, pero algo rústico en su forma de hablar.
─ Buen día ─ dije al entrar. ¿Me da un maple de huevos blancos, por favor?
─ ¿Qué, piensa romper huevos hoy? ─ me preguntó.
Quedé sorprendida. Era la primera vez que lo veía en mi vida. No entendía muy bien que me quería decir, tampoco sabía si se trataba de un chiste o una agresión. Por las dudas no respondí. Pagué  y me fui.


Fui por  segunda vez. El precio de los huevos y la buena calidad de los mismos, me inducía a reincidir.  
Me saludó y al solicitarle que me venda un maple, me volvió  a decir nuevamente “si pensaba romper huevos” Esta vez estuve  a punto de responderle mal, cuando justo entró una Señora y le dijo:
─ Hola Juancito. ¿Me das un maple de huevos?
Ante mi sorpresa, el tal Juancito le respondió:
─ ¿Va a romper huevos hoy, Doña?
La Señora le sonrió amistosamente y ahí me di cuenta:
Juancito,  no era el machista que yo imaginaba, sino que ese debía ser  su latiguillo para hacerse el simpático…
Compré varias veces más  y el dialogo siempre era igual. A esta altura ya lo había aceptado que era así..

Pero un día,  entré al negocio y pensé:
─ Je…Je! Esta vez lo voy a cargar yo
Ya había una clienta y detrás de mí,  entró otra.  Éramos tres mujeres, entonces le digo a Juan:
─ Hola. Vengo a comprar un maple porque hoy pienso romper Muuuchos Huevos…
Me miró con una cara de sorpresa tan grande,  que  quedó con la boca abierta. En realidad no le gustó que me adelantara a su chiste y menos delante de otras clientas. Fue entonces que le salió del alma y me respondió:
─ Bueno. ¡¡Después de todo Ustedes las mujeres siempre rompen huevos!! ¿No?
Las dos señoras que estaban en el negocio montaron en cólera:
─ ¡Pero que machista es Usted! ─dijo una.
─ Me parece grosero ─dijo la otra
Yo aproveché el momento y salí sigilosamente del negocio.
Pero entonces  Juancito era “Machista”, o no?
Pase por los siguientes estados en mi breve relación con Juan:
1)      Sorpresa
2)      Enojo
3)      Aceptación de un chiste
4)      Duda de su carácter machista
 

Lo que no tuve en cuenta es que el pobre Juan,  pasa muchas horas de su día (10 a 12hs),  trabajando duro entre huevos,  gallinas, pollos y otras cosas. Hace bromas de un gusto dudoso,  pero en definitiva es un buen hombre de trabajo,  al que no le salen muy graciosos sus chistes.

Sigo comprando los maples en su negocio, pero ya no me hace su chistecito. Me atiende muy correctamente y hasta me da  ricas recetas. Descubrí que sabe cocinar pollo de 1000 maneras diferentes!

martes, 15 de noviembre de 2011

Historia de una chicharra que viaja en una chala de choclo. M. E. Walsh

Un comentario sobre los Tamales

Transcribo comentario:

Grupo de Títeres dijo...



Yo en México probé tamal de ¡¡lagarto!!, y te digo que ta güeno, no "ta mal".
Para acompañar esta historia de Rosa y sus choclos, chalas y tamales les recomiendo la "Balada de Juan Poquito", de M.E.Walsh, por Verónica Condomí:


http://www.youtube.com/watch?v=AWVtKSgJySA&feature=related

sábado, 12 de noviembre de 2011

Personajes - Rosa

Rosa nació en Tucumán,  pero hace años que   vive en Buenos Aires.
Hoy apareció en casa muy  temprano por  la mañana y me trajo una docena de Tamales hechos por ella. 


¿Saben como son los Tamales que ella prepara? ¡Exquisitos!  Algo muy especial y muy valorado por mi familia.


Rosa, desde muy joven, trabajó siempre duro para mantener a su familia. Sus hijos ahora son adultos, pero  ella igual sigue trabajando mucho.

En realidad el fuerte de Rosa siempre fue la cocina. Sabe cocinar de todo, muy bien y muy elaborado. Comidas dulces, saladas… etc, etc. Prepara  comidas para eventos particulares y para una parroquia. Cuando hace empanadas, nunca hace menos de 250 ó 300. Si hace pizzetas, 300, ó lo que haga falta. Ella, no habla en “docenas”, solo habla en “cientos”. ¿Postres? ¡¡Deliciosos!! Además, siempre está probando algo nuevo. No se cansa de aprender.
Hizo varios  cursos de cocina: Comida Para Celíacos, Panadería y Repostería,  etc. Pero yo que la conozco hace muchos años,  encuentro que lo que más rico le sale y en forma tan natural,  son las comidas típicas de su provincia natal.  Prepara unas empanadas tucumanas que son un vicio, no se puede parar de comer.


Hace varias semanas  me comentó que su hermana,  que vive  en Tucumán,  le estaba por enviar una caja de chalas de maíz. Usted me dirá:
- ¿Y porqué desde Tucumán?
Es que en nuestra enorme ciudad,  casi no se consiguen en cantidad,  como ella precisa. Los choclos,  se venden pelados y envasados en bandejas de tergopol, cubiertas con un  film. Las chalas las tiran a la basura.
Por eso todos los años a Rosa le llega como encomienda desde Tucumán,  una enorme caja de chalas de choclos,  que su hermana las va juntando para los tamales y para las humitas.


Cuando hoy me dejó los tamales, le ví una cara de  cansancio terrible y le pregunté:
- Pero Rosa… ¿Cuantos tamales hizo?
Me respondió con un gesto que interpreté como de “varios centenares”. Es que los iban a vender a través de la parroquia,  en la “Feria de las Naciones”. La  que se está desarrollando en estos días,  en nuestra ciudad.


Observen por favor, la prolijidad de cada  tamal. Viene armado en un paquetito, con las chalas dobladas y atadas con un hilo,  al cual solo le faltaría un moño. Esto hace que a uno hasta le de un poco de pena,  cortarlo para abrirlo y comerlo.


Por suerte,  pudimos superar la pena y le dimos buen término. Excelentes!!

Nota:
Parece ser que el origen de los tamales es mexicano, la palabra proviene del náhuatl “tamalli”, que significa: envuelto.

Era una manera de cocinar el maíz,  envuelto en hojas. Luego se agregó un relleno (algún tipo de carne). El tamal se  propagó al resto de los pueblos originarios de América y las envolturas fueron cambiando, lo mismo que los rellenos. Cada zona lo adaptó a lo que tenía, por ejemplo en Costa Rica los he comido envueltos en hojas de plátanos. En el sur de México,  son  pequeños y muy picantes!!
He escuchado decir que se pueden envolver también con hojas de remolacha y hasta con hojas de acelga.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Masitas de avellanas y arándanos


Creyendo que los arándanos aparecían masivamente en Buenos Aires en Octubre,  le pregunté varias veces al vendedor de frutas:
 –¿Y?  ¿Cuando llegan los arándanos?
–En noviembre. Es el  mes en que aparecen en cantidad, pero la temporada es muy corta. En solo 15 días desaparecen. Luego se venden en cajitas de 120 grs. y son caras.


Pasé ayer y allí estaban. Desparramados en grandes cajas,  había una enorme cantidad de arándanos.


Tuve curiosidad y le pregunté al verdulero:
–¿ Se están vendiendo mucho?.
–No  –me dijo. Cuando no llegaban,  todos preguntaban y ahora casi nadie los compra
 – Claro –le dije yo -están algo caros todavía. ¿A usted le gustan?
Tomó uno del montón,  lo masticó y me dijo:
–La verdad que no. No tienen gusto a nada
–Es que es raro que alguien los coma así como vienen, no son como las frutillas o las cerezas,  que son sabrosas de por sí.
 En realidad el vendedor tiene razón. Estos frutos requieren una preparación previa,  ya sea en salsas,  en repostería o en yogures etc.
A ver qué les parece esta receta:


Masitas de avellanas y arándanos

Ingredientes
250 grs. de arándanos frescos
50 grs. de avellanas picadas
½ taza de aceite neutro (neutro, quiere decir que no aporta sabor a las preparaciones; por ejemplo, el aceite de girasol).
2 huevos
150 grs. de azúcar
200 grs. de harina
1 pizca de sal
Ralladura de limón
Manteca para untar


Preparación
En un recipiente mezclar la harina, la sal y las avellanas picadas.
En otro batir ligeramente los huevos y el aceite, incorporar el azúcar y la ralladura de limón.
Agregarle de a poco la mezcla de harina y avellanas. Formar una pasta.


Enmantecar y enharinar una placa para horno. Con ayuda de dos cucharas colocar sobre ella,   porciones pequeñas.


Cocinar a horno mediano,  hasta que las masitas estén secas y doradas. Despegarlas de la placa ni bien las retira del horno.


¡¡No le puedo decir lo ricas que son!! ¿Sabe porqué? Porque hay que comerlas para comprobarlo.

Se pueden guardar en una lata metálica o bien  frizarlas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

TORTILLA DE HOJAS DE REMOLACHA



Ingredientes
Hojas de remolachas frescas
2 cebollas
1 cucharada de crema de leche
1 cucharada de queso rallado
Ajo picado, pimienta molida y sal a gusto
3 huevos
Aceite


Preparación
Lavar las hojas de remolachas. Hervirlas. Escurrirlas y picarlas bien chiquitas.


Picar las cebollas y rehogarlas.
Mezclar en un recipiente las hojas picadas,  el ajo picado, las cebollas doradas, la crema, el queso y condimentar todo. Cascar los huevos y mezclar muy bien.


Precalentar una sartén y verter un chorrito de aceite. Volcar la mezcla en ella y cocinar a fuego lento, moviendo cada tanto para que no se pegue el fondo.


Dar vuelta la tortilla con ayuda de un plato o una tapa de olla y cocinarla del otro lado. Si se cocina demasiado se seca  el interior, pero eso va de acuerdo al gusto de cada comensal. Hay quienes gustan de una tortilla jugosa, para ello hay que vigilar que no se pase.