jueves, 31 de octubre de 2013

Mis zapatos color violeta

En el blog: http://laplumabastarda.blogspot.com.ar/ una joven amiga, publicó  una nota donde cuenta haber comprado zapatos nuevos y que para amoldarlos a sus pies, terminó usando 8 curitas.

Ese relato me recordó que  hace mucho tiempo…
Yo tendría unos 16 años,   me invitaron a mi primera  fiesta importante. Quería lucirme, así que  me compré unos zapatos de gamuza con tacos aguja,  muy altos y de color violeta. Hoy día  a nadie le llamaría la atención, pero en esa época resultaba extravagante usar ese color. Para colmo yo era en ese entonces bastante alta, media 1,72 m. Así que cuando me subía a los zapatos, era como mirar el mundo desde arriba. Todos me decían: ¿Cómo te vas a poner eso?,  pero a mi no me importaba, los iba a usar igual.

Fui a la fiesta y a pesar de que  me sentía espléndida,  nadie me sacaba a bailar. Mi altura o mis zapatos, inhibía a los chicos,  que eran de mi edad pero menos desarrollados, o sea mucho más bajos que yo. A pesar de ello,  yo estaba muy orgullosa y me pavoneaba caminando todo el tiempo para que se vieran mis hermosos zapatos color violeta. 

Luego de una hora,   comenzaron a dolerme mucho los pies y algunas amigas buscaban curitas en  sus carteras,  para cada ampolla nueva que me iba  saliendo. Llegó un momento en que  ya no aguantaba más. Cuando volví a mi casa, recuerdo haber caminado las últimas cuadras descalza en medio de la noche y con los zapatos en las manos. Pero más grande fue la sorpresa cuando llegué y pude ver mis pies a la luz.  Estaban violetas, del mismo color que los zapatos. Me  lavé con agua y jabón y el color  no salía, los refregué con un cepillo y no salía. Durante más de una semana tuve que andar con medias en pleno verano para que no se me vieran los pies color violeta, hasta que finalmente el color se fue de a poco. 

Intenté dos o tres veces más volver a usar esos zapatos de los cuales yo estaba enamorada, pero volvían a sacarme ampollas y a dejarme teñidos los pies de intenso color violeta.


Tenía olvidado este episodio hasta ahora, pues la verdad, hace mucho tiempo que   renuncié a los tacos tan altos. De todas formas,  cada vez que estreno zapatos tengo problemas para adaptarlos a mí. Hace unos  años heredé de mi suegro,  un par de hormas especiales para ablandar calzado nuevo.


 Son buenísimas pues tienen una clavija que las fija luego de estirarlas al tamaño deseado. 


No se cuantos años tendrán, pero siguen siendo muy útiles…

viernes, 25 de octubre de 2013

Vista de ballenas en Chubut, Argentina.

Mi amiga Alejandra realizó un hermoso paseo a la provincia de Chubut,  para ver entre otras cosas


 a las ballenas en Puerto Madrin y Puerto Pirámides. Me envió estas hermosas fotos. 









Gracias Ale por compartir!!!

miércoles, 23 de octubre de 2013

Arroz integral con verduras

Estimados lectores de Comidas con Historias:

Hace un tiempo largo que no publico recetas  y me estoy dedicando más a las “Historias”. Sucede que de mi repertorio de cocina, (recuerden que soy una simple aficionada) ya no me queda casi ninguna, las he publicado todas. Esta que  acabo de hacer,  se que es muy común, aunque cada uno le pone su toque personal.
Así que si desean enviarme recetas que no figuren en este blog, con gusto se las publicaré.
Un abrazo a los lectores.

Gely

Arroz integral con verduras


Ingredientes
1 taza de arroz integral
1 zanahoria
1 morrón verde
1 diente de ajo
1 cebolla grande
1 cebolla de verdeo
2 tomates
2 cucharadas de aceto balsámico.
1 ajicito picante.
Sal, aceite.

Preparación
Hervir el arroz integral y reservar. (Es mucho más sano utilizar arroz integral por la cantidad de fibras que contiene, pero esta receta también queda bien con cualquier otro tipo de arroz).
Lavar y cortar todas las verduras. Los tomates antes de cortarlos se pueden pelar con pela-papas o bien quitarles la piel sumergiéndolos un instante en agua caliente.


Las verduras cortarlas como prefiera: en juliana, en cuadrados o bien en cubos.
Calentar el wok con el aceite y echar todas las verduras en él y cocinarlas sin que se pasen. Es mejor que le falte un poco de cocción, a que los vegetales queden deshechos.


 Agregar el ají picante cortado muy pequeño. A mi me quedó bien picantoso. Uahhh!!


A último momento incorporar  sal a gusto  y el aceto. Si desea en lugar de aceto,  puede utilizar salsa de soja. En mi caso prefiero el aceto balsámico.



Agregar el arroz hervido que teníamos en reserva y remover mezclando bien con las verduras. Armar el plato y servir.


 Esta preparación también va bien como guarnición de algún tipo de carne.


sábado, 5 de octubre de 2013

Sin Prejuicios.

Manuel, Manu,  para los conocidos,  tiene 2 años.  Maneja un vocabulario escaso pero cuando se refiere a sí mismo, lo hace en tercera persona:
Manu agua –significa que él quiere agua.  – Manu luna– quiere una medialuna.
En media lengua se hace entender perfectamente para cubrir  necesidades y caprichos, pero como es un niño muy histriónico,  cuando le falta lenguaje,  actúa y consigue igualmente lo que desea.

Hasta aquí, es como cualquier niño normal de su edad, pero él posee  otras dos cualidades,  es muy sociable y simpático. Va por la calle de la mano de su mamá o de su papá y saluda a todo el mundo con su manito, diciendo:
- Hola. O bien:
- Chau.

El otro día Manu y su mamá  iban a la panadería. A mitad de cuadra se encontraron con un linyera sentado en el piso y apoyado en un árbol. El hombre, de edad indefinible se encontraba en pésimas condiciones. Sucio, mal vestido, rotoso, con olor a vómito y vino. Cómo si fuera poco, de su cabeza casi calva, salían unos forúnculos  impresionantes.

Cuando Manu de la mano de su mamá pasó al lado, quedó hipnotizado ante esa imagen. Lo miraba y moviendo la manito, decía:
- Hola…
El linyera hablaba solo y decía palabras incoherentes con voz fuerte y gangosa, pero Manu no podía despegarse del lugar, a pesar de que su mamá le tiraba del bracito y decía:
- Vamos Manu, tenemos que ir a la panadería.
El niño parecía atornillado al lugar, mientras el linyera, seguía vociferando y hacía gestos con ambas manos.
La madre, atemorizada,  quiso levantar a la criatura  para llevarlo por la fuerza y  en ese momento,  el niño  dijo:
-Manu beso.
Ante el susto de la madre, que no quería que se acercara tanto y menos que lo besara, el niño se inclinó y sorpresivamente le estampó al hombre  un beso en medio del rostro sucio y oloroso.

- ¡Vamos Manu! –replicó la madre enojada. Entonces la mamá fijó la vista en la cara del linyera y vio que tenía los ojos anegados de lágrimas y  dos goterones se deslizaban por su rostro dejando un surco entre medio de tanta suciedad.
Cuando la madre levantó a Manu en brazos, el linyera le dijo en forma muy clara:
- ¡Cuidáme mucho a este chico! ¿Ehh?


martes, 1 de octubre de 2013

Santo André, Brasil. Otra forma de vida.

Cangrejo paseando por la playa
Fuimos a pasar unos días a un complejo turístico en una playa del estado de Bahía, Brasil. Queda a unos 570 km de San Salvador, capital del estado.

Nuestro complejo se hallaba a  solo 1 km de un  pueblo de pescadores llamado Santo André, de unos 600 habitantes. El pueblo,  muy bonito,  está ubicado en una punta del continente  que da al Océano Atlántico y por el costado del mismo, pasa un río muy ancho que desemboca en el mar. 

Río de Santo André que desemboca en el mar
Ese detalle hace del lugar algo muy  atractivo, pues la playa del río con arena blanquísima, se prolonga a la playa del mar.

Otra vista del río
Para llegar a nuestro complejo precisamente hay que cruzar ese río en balsa.

Cruzando el río en balsa
El viaje desde Buenos Aires es bastante largo. Pero una vez allí, uno se olvida de los dos aviones, las esperas y le parece estar en un paraíso.

Como el pueblo  estaba cerca,  podíamos  acceder a él caminando por la playa o por una calle interna de arena.  La playa correspondiente a Santo  André era más linda que la de nuestro hotel.  Bien plana, más ancha y el agua tibia.
 
Playa de Santo André
Si bien el lugar dónde nosotros parábamos era hermoso, con un estilo colonial cuidado hasta en el menor de los detalles, las playas que le correspondían,  eran empinadas y profundas.

Playa de nuestro complejo turístico
En nuestras caminatas comenzamos a observar que todos los días, a eso de las 10 de la mañana, llegaban a Santo André algunas embarcaciones que traían turistas de excursión para estar unas horas en el lugar. 



Embarcaciones con turistas que llegaban a la playa de Santo André

Se bañaban en el mar tomaban algo en la playa y luego  retornaban con el mismo barco.


Puestos de venta
Los habitantes del pueblo, unas horas  previas a la llegada de los barcos,  preparaban todo muy  laboriosamente. Trabajaban muchas familias desplegando a lo largo de la playa: reposeras de madera, sombrillas de todos colores y formas (incluso había varias con el nombre de nuestro hotel), abrían puestos de venta de bebidas,  comidas y artesanías. Siempre a la espera de los turistas que iban a bajar de las embarcaciones. Estas podían ser: Balsas, lanchones y algún que otro velero…

Arribando una balsa

Cada familia aspiraba  llevar la mayor cantidad posible de turistas a su zona o espacio. Ahí cobraban un alquiler por las reposeras y sombrillas. Pero  además vendían tragos, saladiños y  anteojos, sombreros, collares...  a los desprevenidos turistas.




Descendiendo de las embarcaciones

Nosotros pudimos observar que a los turistas que venían en los barcos,  les informaban por parlante sobre la variedad de ofertas que les esperaba en la playa, apenas  un rato antes de descender. Es más lo escuchábamos desde la orilla. 
  
Cuando la embarcación atracaba, lo hacía desde el lado del río y  encallaba directamente  en la arena, pues no había muelle. La gente descendía directamente por una plancha  o en la mayoría de los casos,  por una escalera que colocaban al momento de bajar. 



La señora no se atrevía a bajar por la escalera y la bajaron entre varios

Era entonces, cuando los vendedores del pueblo se abalanzaban sobre los viajeros,  quienes se veían sorprendidos por tantos ofrecimientos simultáneos y en muchos se notaba sorpresa y  temor. Parecían decir:
- ¿Dónde me trajeron?!!
Los vendedores  peleaban a los gritos entre ellos para atraer a sus clientes. El alboroto, que era muy fuerte,  duraba un rato y luego de a poco se veía a los turistas como eran guiados  hasta las reposeras y sombrillas que estaban ubicados a la orilla del mar, pero a unos 100 metros del lugar donde quedaban las embarcaciones. 

Turistas guiados hasta las sombrillas en la playa

Una vez solucionado este trance y ya acomodados, los turistas comenzaban a distenderse.
Tenían asignado un lugar y  empezaban a sonreirse,  contentos a pesar del susto, de disfrutar por un rato de esta hermosa playa. 


Cada cual en su silla y bajo su sombrilla

Finalmente un buen baño de mar

La mayoría  tenía  una caipiriña o un jugo de frutas en su mano. Se bañaban,  compraban chucherías y transcurridas unas tres horas, sonaban las sirenas de los barcos llamándolos.

¿Algún recuerdito para llevar?

Así como llegaban se iban y lo más gracioso era que cuando ya no quedaba ninguno de ellos y los barcos se alejaban, los pobladores de Santo André, en 5 minutos plegaban todas las sillas, cerraban las sombrillas, los kioscos, barrían la playa dejándola impecable y los que se habían peleado a  gritos entre sí para capturar  turistas, ya estaban amigos otra vez. Reían y charlaban alegremente.
 Al día siguiente,  todo comenzaría de nuevo y de la misma forma.

Playa limpia para el día siguiente

El pueblo de pescadores sigue teniendo sus pescadores tradicionales aunque parte de su población,  sufrió una  transformación con la modernidad y ahora también “Pescan Turistas”. 


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