lunes, 28 de enero de 2013

¿Cómo consumimos la carne bovina?

 Pablo, seguidor del Blog,  me ha enviado como contribución una antigua foto de cortes vacunos, que solia verse en algunas carnicerías. Esta data de 1948. Gracias Pablo!!



La foto ha despertado mi curiosidad por saber cuanto consumimos de carne vacuna,  y cuales son los cortes preferidos en nuestra población. Averiguando llegué a estos datos:

El consumo de carne bovina en Argentina en 2011  fue de un promedio de 53,4 kilos al año por persona. La forma en que más se consume en los hogares argentinos es: Milanesas, Bifes, Asado y Estofados.

De paso me enteré que Los hermanos  Uruguayos  consumen –en promedio– 58,2 kilos de carne por año y por cabeza.
La demanda del paladar uruguayo está hoy orientada mayoritariamente hacia la carne picada (90%), seguida del asado (80%). Sólo el 34,5% de los uruguayos se inclina por el lomo, en buena medida por una cuestión de costos.

viernes, 25 de enero de 2013

El color de las tazas

El cerebro integra la información visual del alimento, El color de la taza podría afectar el sabor de la bebida.


El chocolate caliente en una taza de color naranja o crema sabe mejor que el mismo chocolate servido en una taza blanca o roja, según investigadores de Europa, quienes explicaron que las características del recipiente en que se sirven, lo que incluye el color de la taza, influyen sobre la forma en que los sentidos de las personas perciben los alimentos.
 

"El color del recipiente en que se sirve la comida y la bebida pueden mejorar algunos atributos, como el sabor y el aroma", aseguró Betina Piqueras-Fiszman, investigadora de la Universidad Politécnica de Valencia, en España, en un comunicado de prensa de la Fundación Española para la Ciencia y
la Tecnología.

Para
llevar a cabo el estudio, Piqueras-Fiszman y su colega Charles Spence, de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, pidieron a 57 personas que compararan unas muestras de chocolate caliente servidas en cuatro tazas de plástico distintas. Aunque todas las tazas eran del mismo tamaño y tenían el interior blanco, el exterior tenía distintos colores. Una taza era blanca, la otra era color crema, una tercera era roja, y la cuarta era naranja.
  
Los participantes pensaban que el chocolate caliente servido en la taza crema era ligeramente más dulce y más aromático que las otras muestras, reveló el estudio. Los investigadores anotaron que el color de la taza en realidad no afectaba el sabor ni el aroma del cacao.

"No hay una regla fija que señale que el sabor y el aroma mejoran en una taza de un color o tono determinado", señaló Piqueras-Fiszman. "En realidad, varía según el tipo de comida, pero la verdad es que este efecto ocurre, y se debe prestar más atención al color del recipiente, dado que tiene más potencial de lo que uno puede imaginarse".

Los hallazgos podrían iluminar la forma en que el cerebro integra la información visual del alimento, además del recipiente en que se sirve, señalaron los autores del estudio. Sugirieron que el estudio también puede influir sobre los chefs, los proveedores de catering y otros profesionales en la industria del empaquetado de los alimentos para que consideren la forma en que presentan la comida a los consumidores.

Investigaciones anteriores han mostrado que las bebidas en recipientes de color rosa con frecuencia se perciben como más azucaradas, se piensa que el café en recipientes marrones es más fuerte, y se considera que las bebidas en recipientes azules calman mejor la sed.

El estudio aparece en una edición reciente de la revista Journal of Sensory Studies.

sábado, 12 de enero de 2013

Objetos con historia

Me han enviado este relato  desde España. Es de autor anónimo y como me pareció interesante lo transcribo tal cual me llegó.

NO HACE TANTO TIEMPO QUE......cocinábamos en un primus.                              

- ¿Cómo te voy a explicar?
Un primus era como una cocina chiquita que se prendía con un fósforo.No.Era como una garrafita que... no, tampoco... ¿cómo te explico?...
tenía tres patas ¿no?... un depósito... un depósito que siempre brillaba.
Te lo juro, ni en la casa más humilde los primus dejaban de brillar. Los hacíamos brillar a Brasso partido.

 


Pero por las dudas, empecemos por el principio: ¡Atenti! No te estoy diciendo que fuera más rápido, más limpio, ni más seguro que un microondas.
Es más... tampoco tenés que interpretar que te estoy diciendo que todo tiempo pasado fue mejor, ni trato de venderte un tranvía.
Lo que te digo es que cuando me acuerdo del primus me viene como una cosquilla en la barriga.
Porque tu vinculación con el microondas comienza un segundo antes de empezar a cocinar y termina un segundo después del sonido de la campanita.
En todo caso tu vinculación sigue un poco más si te quedan cuotas para pagar.

Con el primus la historia arrancaba cuando lo levantábamos y lo sacudíamos para saber cuanto combustible le quedaba.
--¡Está casi vacío mamá! Apenas se escucha un ruidito. Precisábamos por lo menos media hora más porque teníamos que buscar
la botella de vidrio que papá guardaba lejos de las otras botellas para evitar la confusión, la libreta, el trompo y las bolitas -por las dudas-,
el bolso y recién después emprendíamos el largo viaje hasta el lejano almacén de la esquina.
A vos por ejemplo, nunca te vi yendo al Súper a comprar kilovatios para el microondas. Camino al almacén era imposible saltearse la esquina donde los
gurises jugaban un picado.
Así que el bolso quedaba esperando sin muchos nervios paradito atrás de un arco, de un árbol, a resguardo de algún patadura.
Un tiro libre, una atajada, un pase de gol y al almacén, donde Don Luis nos preguntaba por mamá, por papá, por el abuelo que hacía seis días que
no veía y nos recordaba los dos goles de Spencer del domingo. --Dos-go-la-zos-decía, como si Solé se los hubiera mostrado por
televisión, y nos cargaba de cuentos, de saludos y de querosene que sacaba de un tanque con canilla.
Se limpiaba con una estopa, un trapo, un papel de astraza (en ese orden) manoteaba un par de caramelos de los bollones de vidrio.
--¿De cuál querés la yapa?--De los envueltos, Don Luis, de los que tienen papelitos.
A la vuelta perdíamos alguna bolita o hacíamos zumbar un trompo y llegábamos justo cuando mamá salía a ver qué pasaba que
demorábamos tanto.
--Estaba lleno, mamá. --¿Y por qué estás transpirando? -Porque vine corriendo para no demorarme.
¡Y prenderlo! ¡Prender el primus! ¡Todo un ritual! Ponerlo en el fogón después de cargarlo y descubrir que...
--Mamá, no encuentro los fósforos.
--Pedile a Doña Luisa; que si volvés al almacén cocino de tarde. Pará...llevale esta rosca, decile que la hice en el horno a leña.

Y otra conversación que generaba el primus.
--Doña Luisa, dice mamá si no le presta una caja de fósforos que se la devuelve más tarde. --¿Cómo está tu hermano? ¿Se le pasó la fiebre? Llevale a tu madre
esta manzanilla y para vos tengo una revista de Tarzán. Andá que te está llamando.
Después...ponerle alcohol con la alcuza y con cuidado, justo hasta el borde para que no se derramara ni una sola gota porque era peligroso
que se prendiera fuego.
!Qué extraño! No nos dejaban tocar nada que tuviera un cable pero nos
mandaban a prender el primus.
Lo que todavía no consigo entender es cómo era que poníamos más alcohol del que cabía. Si mirábamos el nivel de líquido azul siempre parecía que
estaba a punto de volcarse.
¡Prenderlo y esperar a que se consumiera! Distraerse haciendo algo pero no mucho, como los malabaristas chinos de los circos que esperan hasta último momento que el plato deje de girar y
justito, justito, cuando parece que se va a caer, cuando parece que se va a apagar ...cerrar la válvula y darle bomba. Teníamos un reloj interior que nos avisaba en qué momento teníamos que
hacerlo. Y le dábamos bomba. ¿Bomba? Tenías que ... eeeh...te explico...con la mano izquierda lo sostenías para que no se moviera, con la derecha agarrabas la varilla de la bomba
entre los dedos índice y mayor y lo impulsabas con el pulgar. Una, dos, tres veces hasta que la presión era suficiente para que roncara con fuerza y apareciera esa llama poderosa capaz de hacer un guiso calentando de afuera hacia adentro, que era la única manera de calentar las cosas en esos tiempos.
Al costado descansaba la caja de fósforos Victoria que abríamos tirando de una orejita de cartón, levantábamos una tapita y ahí aparecían los pequeños fósforos con polleras de papel encerado que hacíamos bailar cabeza con cabeza. Mi padre la convertiría después en la más masculina lima de uñas.
Junto a ella, como tres flaquísimos soldados, en un sobrecito de papel azul aguardaban alertas las agujas de lata, por si se tapaba algún oído. Cada tanto había que darle bomba para que no se achicara la llama y cuando se terminaba de cocinar lo apagábamos en el patio abriéndole la válvula para que en la casa sólo quedara olor a comida.
--Si sobró algo de puchero voy por ahí-- decía en broma el vecino del fondo cuando nos veía apagarlo.
--¿Cómo te fue con el mapa que te ayudé a hacer?--Me saqué un sote Don Julio.
--Nos sacamos un sote-- decía el vecino y seguía regando las tomateras. Sí... tal vez nos sobraba el tiempo y no sabíamos qué hacer con él. Lo más probable es que hoy se cocine más limpio, más seguro y más rápido Lo más probable es que hoy la vida sea más limpia, más segura y más rápida. Pero... lo que te puedo asegurar es que entre el primus y el microondas
había por lo menos tres conversaciones, un mapa, un par de goles, una revista de Tarzán, un fiado, una manzanilla, dos caramelos, una rosca casera y todo un barrio de diferencia.

¡Se me durmió en el sillón! ¡Qué raro, dormirse cuando le estoy contando estos cuentos tan interesantes!

Carloncho NEWS / anónimo

lunes, 7 de enero de 2013

Tarta vegetariana


Repollo blanco, maíz, zanahoria y quesos


En el cono sur de nuestro continente americano, más exacto en Argentina, Buenos Aires,  está haciendo mucho calor. Es pleno verano y el mes de enero suele tener temperaturas muy agobiantes. Se pone difícil cocinar. Por eso recurrimos muchísimo a las ensaladas y a las comidas frías. Se que el menú que presento hoy no va para mis amigos de Italia, España, Usa. etc, etc. donde están pasando un crudo invierno.
Precisamente ayer hablaba por Skype con una prima que vive en La Toscana, Italia y nos mirábamos a traves del monitor con risas. Yo  en traje de baño y ella con un pullover de cuello alto,  muy abrigado.
Pero no importa,  esta receta la  pueden  guardar para el verano de Uds. o comerla caliente,  en lugar de fría como hacemos nosotros.

Ingredientes
1 disco de masa para tartas (también puede ser masa casera)
½ repollo blanco no muy grande
2 zanahorias
1 taza de maíz (desgranado, congelado o enlatado)
3 cucharadas de queso blanco ó 2 de crema de leche (yo usé queso)
150 grs, de queso tipo por salut (fresco ó cuartirolo)
4 huevos
Sal, pimienta en grano blanca y molida al momento, nuez moscada, aceite y un chorrito de agua o caldo
Semillas de sésamo o amapolas para espolvorear


Preparación
Cortar el repollo  en juliana fina, rallar las zanahorias, y si el maíz que vas a usar es desgranado de choclos frescos o congelado, darle un hervor previo de unos minutos. Si es de lata no hace falta.


Calentá un wok con un chorrito de aceite. Agregá el repollo  y vas rehogando (si es necesario  echá un chorrito de agua o caldo, para que el repollo se ablande). Luego incorporá las zanahorias ralladas y el maíz.


Seguí mezclando sobre el fuego. Cuando te parezca que están las verduras algo tiernas, apagás el fuego y condimentás a gusto.


Cuando la preparación esté bien fría agregás el queso o la crema, según tu elección y el queso fresco cortado en cubitos. Mezclás todo muy bien e incorporás los huevos de a uno, siempre mezclando. Reservas.
Luego forrás un molde más bien alto  con la masa para tarta y vertes en él,  el relleno. 


Espolvoreás con algunas semillitas la superficie y al horno. 


Horno mediano, hasta que se dore parejito. Mientras se cocina si estás en el verano como yo, te vas a dar un baño a la playa/piscina,  pelopincho o bien debajo del chorro de agua fresca de una manguera. En cambio si estás en el invierno,  te quedás cerquita del horno leyendo o tejiendo. 


Como esta tarta  sale bien alta, es bastante rendidora y se acompaña muy bien con cualquier tipo de ensalada. 


¿Rica? No... ¡Riquísima!