sábado, 6 de abril de 2013

Ruta 40. Historias. 5

El Botánico

Mientras nos dirigíamos con los coches hacia Villa Pehuenia, desde mi ventanilla observaba en las laderas de las montañas, grupos de árboles Pehuenes (araucarias). Algunos  formaban pequeños grupos  y en otros casos  bosques más importantes. Los tamaños de los árboles eran muy diversos. Con troncos gigantes unos y otros al lado pequeños,  como potrillos al lado de sus madres.


Pero también se veían  plantaciones de pinos. Estas eran bastante extensas y en general,  en las proximidades  de los Pehuenes, o bien simplemente rodeaban a estos.


Comencé a sospechar, sin conocimiento previo de ningún tipo, que esas plantaciones de pinos hechas por el hombre,  debían causarle daño  a los Pehuenes,  originarios del lugar.


Pero lo que más me exasperó, fue pasar por un lugar totalmente forestado con pinos,  en perfecta alineación entre sí,  muy prolijitos y en el medio de dicha plantación, se veían  3 Pehuenes grandes, completamente secos.
─ ¿Ves? ─  Comenté enojadísima al conductor del coche ─  te digo que esos pinos implantados a la fuerza en esta zona, no le pueden hacer nada bien a los Pehuenes.
Con una ignorancia total del tema, pero a fuerza de intuición ecologista, comencé a rezongar:
─  Seguro que los pinos quitan nutrientes y por eso los Pehuenes se secan. ¿Para qué quieren tantos pinos?  Claro. Como aquí se usan tanto las cabañas de madera,  los consumen sin control, etc, etc.


Mi compañero callaba y manejaba en silencio.
 ─ ¿Sabes que voy a hacer? ─  le dije
─ ¿Qué vas a hacer? ─ me preguntó con algo de sorna, como diciendo: “ Pobre se cree que puede  cambiar el mundo”
─  Cuando llegue a un lugar donde haya Wi Fi,  voy a Googlear para saber si es cierto o no lo que sospecho.

Durante el resto del recorrido seguíamos viendo el mismo tipo de alteraciones.
Cuando llegamos a Villa Pehuenia,  nos instalamos en una hermosa cabaña sobre el lago Aluminé, totalmente construida en madera de pinos.
Ya ni me acordaba de mi intención de investigar.


Pero dos días después, hicimos una  excursión por unas tierras recuperadas por los Mapuches. El recorrido del área abarcaba varios kilómetros y se adentraba en zona donde había  increíbles ejemplares de Pehuenes entre lagos y lagunas. Algunos de estos árboles eran muy grandes con troncos de gran diámetro.




Allí volví a recordar el tema y me reproché por no haber cumplido mi propósito de investigar sobre los pinos.





Pero a veces los sucesos se dan de formas insólitas.
Cuando llegamos a la última laguna del recorrido y ya nos íbamos a volver, encontramos una vieja camioneta estacionada al borde. El día era muy nublado y hacia mucho frío.
Al lado de la camioneta había un viejo bote amarrado a un tronco.
Por curiosos simplemente, pues no había nadie más en varios km a la redonda, nos acercamos.
La parte trasera de la camioneta estaba armada como una casa rodante, aunque en forma muy precaria.




Al costado un señor mayor de unos sesenta y tantos años, trataba de secar un libro que se veía completamente mojado. Nos saludó y nos contó que sin querer había tirado el libro al agua mientras navegaba con su bote y era un ejemplar muy difícil de conseguir. Tenia  que rescatarlo porque sí no, le iba a ser muy difícil seguir identificando patos.
─ ¿Como que identifica patos? ─  Preguntó mi compañero
─  Si  hace muchos años que  hago esto. Recorro el país para identificarlos y clasificarlos.
─  Ahh…  ¿Y acampa aquí? ─  pregunté tratando de ver hacia la camioneta porque escuché un ruido que provenía del interior.
─  Si. Me acompaña mi mujer. En realidad yo soy Botánico y trabajo en el Conicet. (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina).
 ─ ¿Botánico y que relación tiene con los patos? ─ pregunté.
─ Nada. Ninguna. Lo de los patos siempre me gustó. Es un hobby,  además me trajeron este libro con fotos de patos de todo el mundo que me ayuda mucho. Estoy muy amargado porque se mojó. No creo que lo pueda volver a conseguir.



Parecía  una persona muy particular. Observé que estaba mal vestido, algo sucio. Con una barba de varios días y las uñas de las manos desprolijas  y negras de barro.  En todo el tiempo que duró la conversación en medio del frío y el viento, la mujer ni se asomó. Imaginé, con mucha fantasía de mi parte, que pocas ganas tendría ella, la mujer,  de hacer esa vida…
Ya que era botánico,  le iba a preguntar por los Pehuenes. Era mi oportunidad.
─  Parece que  esta zona es  la que mayor cantidad de Pehuenes tiene ─  arriesgué
─  Si es verdad. Pero además son de los más antiguos. Hay algunos que tienen 800 y hasta 1000 años
─ ¿En serio? - pregunté atónita
─  Si y son muy hermosos…
─  Pero. Dígame: ¿Los pinos que plantan alrededor de ellos,  no les hacen daño?
─  ¿Sabe algo? Si no fuera por los pinos,  los Pehuenes ya no existirían.
─  ¿Cómo es eso? - pregunté incrédula
─  Es que la madera es una necesidad para la vida del hombre. Y si no fuera que plantan pinos, ya hubieran consumido hasta el último de los Pehuenes. Así qué puede ser que se sequen algunos de los árboles originarios, pero peor sería que los utilizaran  para madera.

Este botánico desaliñado y medio loquito,  me dio  una excelente lección.
“La madera es una necesidad  para la humanidad”.  Hablar y enojarse sin conocimiento de causa, es ignorancia.

Me fui agradecida por la explicación y  dije como para darle ánimo:
─ No se preocupe. Ponga el libro al sol que se va a secar. Una vez seco coloque una piedra grande  encima para que planche las hojas y va a ver como todavía le va a servir mucho tiempo más.



En el viaje de vuelta ya no miré con tanta rabia las plantaciones de pinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario