jueves, 4 de abril de 2013

Ruta 40. Historias. 3


 El Calafate.Una ciudad  simpática.

¿Lugar? Una ciudad turística internacional del sur de nuestro país, Argentina.
Turismo del mundo llega a este lugar durante todo el año. ¿El atractivo principal? El imponente Glaciar Perito Moreno.


Las calles de esta ciudad rodeada de montañas y al borde de un hermoso lago, son bonitas. Se ven tentadores negocios construidos en estilo alpino. Balcones y veredas cubiertas de rosas y amapolas, de llamativos colores. Bares y confiterías recubiertos de cálidas maderas, donde se puede descansar un rato saboreando un chocolate caliente o un buen café y luego a seguir caminando.



Los camareros y camareras de estos lugares son cordiales, siempre amables y con una sonrisa a flor de piel. Pero no son serviles, al contrario, atienden como si te conocieran de toda la vida. Hasta diría que con cierto exceso de confianza, como si uno fuese un pariente al que hace mucho tiempo que no ven.

─ ¡Hola! ¿cómo estas? ¿Qué te gustaría tomar? ─ preguntan

Te hacen sentir cómodo, aunque un tanto desconcertado.
Ante la sorpresa del trato,  primero  pensé:  se trata de  una actitud comercial para recibir mayor propina o tal vez,  el dueño del comercio les exige ese comportamiento.


Cuando llegué a esta ciudad,  era pasado el mediodía, bastante tarde y estaba con mucho apetito. Entré a un restaurante pequeño para comer algo rápido, una pizza o cualquier cosa simple.
Se acercó a atenderme una muchacha alta, morena y de unos extraños ojos claros. Me llamó mucho la atención el gran contraste entre su piel morena clara y sus ojos  verdes azulados.
Fue muy amable conmigo. Atendió mi pedido, lo sirvió y charlamos un poco. Al rato me dijo:
─ Bueno, ya me tengo que ir. Mi horario de trabajo terminó  hace casi una hora.
─ Entonces te pago la cuenta ─ dije  amistosamente, dejando una buena propina por lo simpática que me había resultado.
En ese instante entró otra joven, se saludaron y se reemplazaron.

No volví a pensar en ella hasta dos días después, que volviendo de una excursión bastante larga, otra vez se me había pasado la hora del almuerzo y eran casi las tres de la tarde. Recordé lo bien que me había atendido la camarera del pequeño restaurante y  volví al mismo lugar con la intención de comer algo similar a la vez anterior.
La camarera ya no tenía en su rostro la expresión de la primera vez, ni la sonrisa tan amable, por el contrario se la veía muy sería y parca.
Hice mi pedido.
Al rato,  lo trae y me dice:
─ Ya me voy
─ ¿Terminó tu horario? ─ pregunté
─ Si. Hace más de una hora y no me dejan ir.
─ ¿Porqué? ─ pregunté asombrada
─ Es que no vino mi reemplazante y pretenden que haga doble turno.
─ Uyyy... ¿Y que vas a hacer?
 ─ Para volver a mi casa tengo que ir caminando y subir la montaña. Por lo que me pagan, que es una miseria, no vale la pena seguir. ¡¡Me voy!!

Extraña conversación para dos  personas que no se conocían. Fue como sí la joven me presentara su renuncia a mi, ya que tomó su cartera, abrió la puerta y se fue. Me quedé perpleja.


Pero esta es una ciudad simpática y seguramente mañana habrá otra/o joven muy sonriente que diga:
─ ¡Hola! ¿Cómo estas? ¿Qué te puedo ofrecer?

No hay comentarios:

Publicar un comentario