miércoles, 11 de diciembre de 2013

El hombre de la bicicleta.

Lo conozco hace muchos años. Siempre lo ví andando en bicicleta. Creo que no tengo en el recuerdo una imagen de él caminando como cualquiera de nosotros.  Pero  si parado al lado de su bicicleta,  sosteniéndola mientras charlaba  conmigo o con algún vecino.
Amable, cordial, simpático y buen mozo. Sí,  buen mozo, pues era alto,  delgado, de rostro agradable y con mucho cabello.
 
Pasaba montado en su bicicleta y saludaba con la mano. Me llamaba la atención que siempre llevaba prendidos dos broches de colgar la ropa,  en los dobladillos de su pantalón.
A veces iba cargado con bolsas de compras o con un maletín de herramientas, pero siempre arriba de su bicicleta, incluso lo he visto en días de lluvia envuelto en una capa especial.

Pasaron muchos años,  envejecí. Pero el hombre de la bicicleta  lo hizo aún más que yo, pues me lleva varios años.

A veces lo veo, ya no va por el medio de la calle. Maneja despacito y se desliza por los costados, cerca del cordón. Sigue siendo delgado y mantiene aún algo de su línea, pero tiene el cabello blanco y su rostro está surcado por arrugas… Me saluda como siempre,  levantando la mano.

Hace pocos días me lo crucé,  me llamó mucho la atención… Iba montado en su bicicleta, pero ahora,  andando sobre la vereda. Por primera vez no me reconoció y tampoco me saludó.  Estaba atento tratando de esquivar a la gente y casi no pedaleaba, solo se deslizaba. No se si él arrastraba a la vieja bicicleta o ella lo llevaba a él. Pero ahí estaban todavía, juntos,  “El hombre y su bicicleta”.

4 comentarios:

  1. daniel kritz10 de diciembre de 2013 14:37
    Mi ciclista
    El insomnio de las tres de la mañana

    La luces de neón parpadeaban alumbrando calles solitarias.
    No había un alma viva en la calle, solo vehículos estacionados y nadie detrás de las ventanas y balcones.
    Las luces de transito cambiaban de color inútilmente dirigiendo un tránsito inexistente.
    Había bajado a comprar cigarrillos para acompañen el insomnio de las tres de la mañana.
    Siempre me despierto a esa hora y no consigo conciliar el sueño.
    Las vidrieras estaban iluminadas, en el negocio de electrodomésticos los televisores estaban todos con una película que venía de un DVD.
    Solo había perros vagabundos que hacían una fiesta de tachos de basura.
    El quiosco estaba abierto pero desatendido. Tome un paquete de cigarrillos y deje el dinero en el platito de metal del cambio.
    Sentí opresión en la nuca y un desasosiego que me atravesaba la columna vertebral.
    Saqué el celular del bolsillo, marqué varios números sin obtener respuesta, inclusive los de emergencia.
    El sonido del silencio me apretó el corazón.
    Me senté en una parada de ómnibus a esperar una señal de vida.
    Cada tanto miraba con la esperanza de ver venir algún vehículo.
    Fijé la vista en el bamboleo del farol de la mitad de la calle que seguía el ritmo de la brisa nocturna.
    Ahí apareció, una luz pequeñita que se acercaba. Forcé la vista tratando de identificarla.
    Solo cuando estuvo relativamente cerca vi que se trataba del farol de una bicicleta.
    Corrí a su encuentro.
    El ciclista se detuvo y la luz se apagó. Era de aquellas viejas, con el dinamo movido por la rueda.
    Cuando estuvimos frente a frente el hombre me miró sorprendido y me disparó una pregunta.
    ?Cómo…nadie le aviso, no lee el diario¿-
    Le respondí asombrado.-? Que ¿-
    -Lo anunciaron para hoy…- Me respondió con la mirada extrañada.
    El terror se apoderó de mí y comencé a temblar.
    - España y Argentina… empezó a las 0245hs…el mundial ¿no se acordó?...
    En ese momento pasó un colectivo con el chofer con cara de culo y la radio a todo volumen…
    -A mí no me importa el futbol- Me dijo el ciclista. Y se fue silbando a su perro que salió de un terreno baldío revoleando la cola.
    Volví a casa. En el camino vi al quiosquero en su negocio.
    -Jaime ¿Dónde te metiste?
    -Me fui a echar un meo ¿O acaso los quiosqueros no tenemos vejiga?
    -¿Y el mundial? – Le pregunté sabiendo lo fanático que era.
    -¡Puta…carajo…me olvidé! Dijo encendiendo la televisión.

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  3. Bellisimo y sentido relato Gely.
    Me conmovió muchísimo esta historia de una amistad inusual pero verdaderamente pura.
    Te mando un beso muy grande y gracias por compartir este relato!

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