miércoles, 26 de marzo de 2014

Tarta de peras con crema pastelera



Mi tarta de peras con crema pastelera

Fui a  tomar  café a un barcito muy lindo y me llevé una sorpresa, ya que el lugar sin ser muy grande,  era muy especial. Luminoso, diseñado en dos niveles de piso y con  mesas y sillas de colores muy alegres. Muchas plantas, cuadros… y una larga lista de tortas, tartas y cositas dulces en general. No sabía cual elegir,  todo pintaba muy apetitoso. Me decidí finalmente por una porción de “tarta de peras con crema pastelera y almendras”. Estuvo fantástica. Podía haberle pedido la receta al dueño, un muchacho joven y simpático. Él era el  repostero y me la hubiera dado sin problemas, pero lo tomé como un desafío personal tratar de copiarla sin preguntarle nada. Ya lo hice en otras ocasiones…

Hace muchos años, paseando por El Frutillar, al  sur de Chile, no dejaba casa de té sin probar. 


El Frutillar, Chile
Esa zona se caracteriza entre otras cosas,  por tener muchos descendientes de alemanes. Hay una gran cantidad de lugares donde venden tortas exquisitas. Una vez pedí la receta de una de arándanos que me había encantado y la camarera me dijo que sus patrones no le permitían decir nada, pues eran secretos de familia. Pero ella me iba a dar una sola ayudita, una. El resto tenía que descifrarlo yo. Entonces muy en secreto, me dijo:
─ El relleno además de las frutas y otras cosas... también lleva yogurt.
─ Ahh… ¿Sí? ─ dije yo ─  ¿Cuánto, cuánto yogurt lleva?
─ Más que eso no le puedo decir… ─ respondió con aire de misterio y fue terminante.

Yo comía la torta y  la miraba como si fuera con lupa. Todos los detalles, textura, aroma, color…  Cuando volví a Buenos Aires, me puse a practicar. Luego de 3 o 4 fracasos lo logré. Me salió divina. De ahí me viene la costumbre o el desafío  de querer copiar recetas solo por mirar, probar, tocar, oler… intuir.
Bueno, aquí va la que practiqué ahora con las peras:

Tarta de peras con crema pastelera

Ingredientes
Masa
200 grs. de harina
75 grs. de manteca
60 grs. de azúcar
1 huevo
Ralladura de naranja o extracto de vainilla
Relleno
5 peras frescas
2 cucharas de azúcar llenas
Agua para cubrir
Una cucharita de extracto de vainilla
1 cuchara de fécula de maíz (Maicena)

Crema pastelera
100 grs. de azúcar
2 yemas de huevo
Una cuchara sopera colmada de harina
500 cm. de leche
Cascaritas de  limón

Varios

Nueces o almendras picadas

Preparación
Armar la masa, envolver en un film y dejar reposar una hora en heladera.




Pelar las peras, cortarlas en cuartos,  cubrirlas con agua, agregar el azúcar y el extracto. Hervir hasta que estén bien tiernas, escurrir, y hacer un puré.




Mezclar la Maicena en ¼ vaso de agua fría. Incorporarla al puré de peras cocinando a fuego mínimo. Mezclar hasta que burbujee. Apagar el fuego y reservar.
Preparar la crema pastelera, reservar.




Estirar la masa y forrar un molde de horno con ella. Pincharla con tenedor y hornearla en horno medio hasta que esté dorada. Dejar enfriar. 



Cubrir con el puré de peras y encima la crema pastelera. 




Alisar y esparcir por la superficie las nueces o las almendras. 



Dejar enfriar muy bien antes de servir. Muy rica!!



sábado, 15 de marzo de 2014

Todo hecho en casa.

Canastitas de brócoli y queso

Un relato que no es mío, me lo contaron.  Trataré de transcribirlo lo mejor posible. Tampoco tengo fotos para ilustrarlo, así que hay que recurrir a un poco de imaginación.

Leticia es una joven mamá que siempre está muy ocupada con su trabajo y la crianza de un bebé. En cuanto a lo del bebé se lo toma muy en serio, por eso quiere darle una buena alimentación, del tipo: "todo hecho en casa". Pero eso requiere tiempo. Ir al mercado o a la feria,  elegir verduras y frutas frescas y... tiempo, es lo que no tiene Leticia.

Una vecina le sugirió:
─ Si le compraras  las verduras al funebrero, te ahorrarías de ir al mercado.
─ ¿A quién? ─ preguntó asombrada Leticia
─ A Rodolfo. Día por medio pasa por esta cuadra  vendiendo verduras frescas y muy baratas, también trae frutas buenísimas.
─ ¿Y quien es Rodolfo y porqué funebrero? ─ preguntó Leticia.
─ Ahh.... Es todo un personaje. Trae la mercadería en un coche fúnebre antiquísimo,   esos que eran descapotados, los que portaban  las coronas de flores hasta el cementerio. Un Mercedes Benz de los años 50. Está todo abollado, despintado... pero aún anda y él lo utiliza como una  pequeña verdulería ambulante.
─ No te puedo creer ─ comentó riendo Leticia.
─ Si y las vecinas nos avisamos unas a otras: " Llegó el funebrero” “hoy trae unas berenjenas muy frescas" ...
─ ¿Y cómo me entero a que hora pasa?
─ Ja...ja. Te vas a enterar. Si escuchás música de cumbia a todo volumen, salí a la calle porque es él.
Al día siguiente Leticia efectivamente escuchó una música de cumbia bastante fuerte. Salió a la calle  y no podía creer lo que veía.
Un coche desvencijado,  tal cual se lo había contado su vecina, pero Leticia fue encontrando  más detalles aún. Las verduras asomaban por todas partes y lo más llamativo era que en el techo del viejo Mercedes funerario, entre hojas de cebollas de verdeo, puerros y acelgas se encontraba colocado un altoparlante tan viejo como el coche,  de donde a todo volumen, se escuchaba el ritmo de las cumbias.

Mujeres y algunos hombres rodeaban a Rodolfo y compraban.
Leticia,  a partir de ese día, comenzó a ser una clienta más del funebrero, pero había varias características más que conformaban la personalidad de Rodolfo, el funebrero,  y que Leticia fue descubriendo con el correr de los días.

Rodolfo era alto, flaco,  vestido siempre con jeans  y remeras viejas. Llevaba un sombrerito  con visera y por  los costados de la cara le salían unos cabellos largos, negros pero  con canas. Aparentaba más de 50 años. Cuando por alguna causa se quitaba el sombrero, entonces se  veía que era calvo, aunque con el sombrero puesto no se notaba.

Rodolfo sólo vendía  verduras y frutas que consiguiera baratas, pero que además, tenían que ser de buena calidad. Si no era así, no las traía, por lo cual no se podía elegir mucho entre esa escasa variedad. Otro detalle tan asombroso como los anteriores es que a Rodolfo, se le podía decir: “Dame chauchas"  si las tenía, pero jamás "cuantas". Nada de 1 kg o 1/2kg. Él tenía  una especie de  compromiso con toda su clientela, e iba repartiendo las cantidades según su criterio, para que alcanzara a todos/as. 


Un ejemplo,  me contó Leticia,  que un día Rodolfo trajo unas ciruelas hermosas, grandes, rojas, apetitosas y a muy buen precio!  Le hizo llevar  2 kg y ella sólo quería 1 kg. Pero para que no se enojara llevó obedientemente los 2 kg.
 Repartía  las cantidades a su antojo o de acuerdo a su esquema mental. “Y si no te gustaba no le compres a él.  Vete al mercado".  Tampoco  daba bolsas, ni de Nylon ni de papel, eso sí era bien ecológico. Cada cliente tenía que traer su bolsa.
Pero según Leticia, cuando lograbas entenderlo era muy alegre y siempre repartiendo recetas para preparar sus 
frescas verduras.
Leticia preparó estas ricas canastitas de  brócoli y queso según sus indicaciones. Aquí si hay alguna foto.

Canastitas de brócoli

Ingredientes
Un brócoli bien verde y grande
Una cebolla
Un diente de ajo picado
Una cuchara grande crema de leche
2 huevos
Bastante queso rallado
Una docena de tapas de empanadas
Sal, aceite, pimienta molida y nuez moscada todo a gusto.

Preparación
Hervir el brócoli en agua y sal. Dejar enfriar y picarlo un poco.
Picar la cebolla y dorarla en aceite. Agregar el ajo picado.  Luego Mezclar con el brócoli,  la crema y los dos huevos. Condimentar.



Formar canastitas con cada una de las tapas de empanadas, rellenarlas con la mezcla y espolvorear cada una de ellas con abundante queso rallado. Acomodarlas en una bandeja de horno en mantecada y hornearlas hasta dorar.
Se pueden comer calientes o frías. De ambas formas son muy ricas!!

miércoles, 5 de marzo de 2014

LA CEREZA DE TÍA MARTA.

Tarta de Cerezas


La casa de la tía  Marta tenía un hermoso parque y en él había varios árboles importantes. Un  enorme y viejo pino,  un sauce llorón del cual colgaba una hamaca, una antigua higuera que proveía a toda la familia de unos ricos higos en almíbar que preparaba la propia tía Marta. También había ciruelos, naranjas, limonero, un cantero dedicado a hierbas aromáticas: perejil, orégano, menta, salvia... Una verdadera delicia que toda la familia disfrutaba. Para qué el relato  fuese completo habría que agregar la variedad de flores: jazmines, rosas, hortensias, margaritones... Y una parrilla donde se hacían  unos asados increíbles.

Pero desde hacia un tiempo el parque de tía Marta tenía una novedad. Había plantado un cerezo. El clima de Buenos Aires no es nada propicio para ese tipo de árbol.  Aunque por algún extraño milagro, el cerezo creció. Se hizo un arbolito. Un buen día se llenó de flores de cerezas. Todos lo observábamos y seguíamos la evolución con curiosidad.

Se cayeron todas las flores!  ¡Que pena! Era lo previsto. ¿Cuándo  se había visto crecer cerezas en Buenos Aires? Pero un día que fuimos de visita, Marta nos llevó a ver la última novedad muy contenta. Había quedado una, una sólita y solitaria flor que no se había caído y ahora era una pequeña cereza.

Atentos seguimos día a día el crecimiento del preciado fruto. La cerecita se iba transformando en una bella y gran cereza. La mirábamos con respeto y nadie se permitía  siquiera tocarla. 



Dio la casualidad que uno de esos días, la tía Marta hizo una reunión en su parque y la cereza estaba a punto. Éramos  unos cuantos rodeando al pequeño arbolito con su única cereza y alguien dijo:
- ¿Le sacaron una foto?
Otro respondió:
 - No aún no. Voy a buscar la cámara.
 En ese preciso instante, se acercó una niñita de unos 4 o 5 años, nos vio a todos alrededor del árbol. Miró fijamente a la cereza: grande, roja, apetitosa, a punto y antes que alguien pudiera reaccionar, la arrancó con un rápido movimiento, la llevó a la boca y se la comió.
Fue tan instantánea su acción, que nadie se atrevió a decirle nada, además ya era demasiado tarde pues se la había comido.

Toda esta historia viene a cuento de que compré unas cerezas preciosas venidas del sur de nuestro país y al comenzar a buscar una receta para hacer una tarta, me acordé de la cereza de la tía Marta.



Buceando en Internet, encontré este hermoso blog con muchas recetas y justo la que yo buscaba. Por eso aviso que esta no es creación mía para nada, es copia fiel, salvo las fotos, que sí las fui sacando mientras la iba haciendo.

http://www.dulces-y-panes.com/2012/07/tarta-de-cerezas.html
Ingredientes
Masa quebrada
- 200 g. de harina de trigo
- 60 g. de azúcar
- 60 g. de mantequilla a temperatura ambiente
- 1 huevo

Crema pastelera
- 250 ml leche semidesnatada
- 2 yemas de huevo
- 50 g de azúcar
- 2 cucharadas colmadas de harina de maíz (maicena)
- la corteza de medio limón
- canela en rama

Cerezas confitadas
- 500 g. de cerezas picotas
- 3 cucharadas de azúcar
- 50 ml de agua
- 50 ml de moscatel o mistela
- una hoja de gelatina


Preparación
Masa quebrada
1. Batir la mantequilla con el azúcar.
2. Añadir el huevo y la harina y mezclar bien hasta obtener una masa homogénea.
3. Formar una bola, envolver en film transparente e introducir en el frigorífico durante al menos 1 hora para que gane firmeza.

Crema pastelera
1. Calentar en un cazo 200 ml de leche con la corteza de limón y un trocito de canela en rama, sin dejar que hierva.
2. Mezclar las yemas de huevo con el azúcar, la harina y los 50 ml de leche restantes.
3. Verter la mezcla anterior sobre la leche caliente (habremos retirado la corteza de limón y la canela), removiendo continuamente. Calentar sin que llegue a hervir y sin dejar de remover hasta que espese.
4. Traspasarla a un bol y taparla con film transparente para evitar que se reseque por encima.
5. Dejar enfriar.

Cerezas confitadas
1. Cortar las cerezas por la mitad y retirar el hueso.
2. Ponerlas en un cazo con el azúcar y el agua y calentar hasta que empiece a hervir, removiendo de vez en cuando.
3. Añadir el moscatel y dejar cocer hasta que las cerezas estén tiernas, unos 30-45 minutos (el tiempo variará en función del grado de madurez de las cerezas).
4. Dejar enfriar.




La tarta
1. Sacar la masa del refrigerador y estirarla con el rodillo.
2. Cubrir con la masa un molde bajo de unos 20 cm de diámetro. Pincharla repetidas veces con un tenedor y colocar papel de aluminio cubriendo totalmente la masa y apretando bien. De esta forma conseguiremos que no pierda la forma y no se queme durante el horneado.






3. Hornear a 180ºC durante 20 minutos, los últimos 5 minutos retirar el papel de aluminio para que se dore la superficie.
4. Desmoldar y dejar enfriar sobre una rejilla.
5. Colocar la base de masa quebrada en el plato donde se vaya a servir y cubrir con la crema pastelera. 





6. Reservar en la nevera.
7. Escurrir las cerezas sobre papel absorbente y colocarlas sobre la crema.





8. Poner la gelatina en remojo con agua fría y disolverla a continuación en el sirope caliente que habremos obtenido durante la cocción de las cerezas.






9. Cubrir la tarta con esta gelatina y reservar en la nevera hasta el momento de servir.



Sugerencias

· Para que las cerezas tengan más sabor lo mejor es prepararlas el día anterior y dejarlas macerar toda la noche en la nevera.
·
 Si no os gustan las cerezas, también podéis prepararla con manzanas golden o melocotones de viña.

sábado, 1 de marzo de 2014

Pulpitos con arroz

Para hacer esta comida hay que llegarse hasta Piedras Coloradas,  Provincia de Río Negro, Argentina. Es una hermosa y solitaria o más bien, poco concurrida  playa de enormes piedras coloradas.



Allí, después que baja la marea, entre las piedras se descubren increíbles estrellas de mar, caracoles, pero sobre todo muchos pulpitos.


 Los recolectores son habitantes de la zona que van a buscarlos y luego los venden a los turistas.


Yo compré una bolsa con 1 kg de ellos (entraron 21 pulpitos), pero no tenía idea de como prepararlos y los mismos pescadores de la zona, me dijeron como.




Pulpitos con arroz

Ingredientes
1kg de pulpitos recién capturados
1/2 kg de arroz
1 caja de tomates triturados
1 cebolla
1 ají verde
1 diente de ajo
Aceite de oliva
1 vaso de vino tinto
Caldo o agua cantidad necesaria
Condimentos a gusto ( ají molido o pimienta molida, laurel, etc.)
Optativo : queso rallado

Preparación
Lavar varias veces los púlpitos con agua fría. Varios enjuagues. Luego se colocan en una olla directamente con el agua fría cubriéndolos. Así van al fuego. Cuando comienza a hervir el agua, se cuenta entre 10 a 15 minutos, que es lo que debe durar la cocción. Se puede probar para ver que este cocido. Colarlos y reservarlos.

Aparte,  rehogar una cebolla picada, un diente de ajo picado, un ají verde cortado en cuadraditos. Agregar el arroz y dorarlo.




 Incorporar la pulpa de tomate, el vaso de vino y condimentar a gusto. En ese momento introducir los púlpitos ya hervidos y cocinar mezclando todo. 



Agregar durante la cocción el caldo o agua necesaria,  hasta que el arroz esté a punto.  Tapar la cacerola y dejar reposar.



Servir en los platos y si se desea, espolvorear con  algo de parmesano u otro queso rallado sobre el arroz. Exquisito!!

sábado, 8 de febrero de 2014

Torta de café, chocolate y nueces

Hace unos días festejé mi cumpleaños. Cumplí unos cuantos e hicimos algo bien simple y lindo con la familia directa en pleno. Más no se puede pedir…
En la torta me pusieron todas las velitas  y ahí caí en la  cuenta de la cantidad de años que cumplía, puesto que: ¿La torta era pequeña o había demasiadas velitas?


Cuando comenzaron a encenderlas temí que se prendiera fuego algo de la casa. ¡¡Eran muchas!!


Los niños más pequeños fueron los que las apagaron, pero en su ansiedad no esperaban a que estuviesen todas encendidas. Entonces había que volver a prenderlas y yo no podía quitarme el temor de que algunos  se quemasen. Es que me acordaba que cuando mi suegra cumplió 80 años, también  le habían hecho una torta. Estaba íntegramente cubierta de chocolate y  colocaron las 80 velitas. Cuando lograron prenderlas a todas, se incendió la torta, pues se produjo una gran llamarada. Lograron apagarla, pero se derritieron las 80 velitas arriba del chocolate y quedó espantosa!!
Habían decidido tirar la torta a la basura y entonces apareció una tía voluntariosa y hacendosa, de esas que nunca faltan en una familia, que dijo:
─ Antes de tirarla permítanme hacer una prueba.
Con mucha paciencia y una cuchilla afilada,  descascaró toda la torta, quitando el chocolate y la cera de las velitas. Era una torta enorme y la pobrecita quedó como desvestida, desnuda… pero igual estaba muy rica y  nadie la rechazó.


Durante  mi cumpleaños, la torta no llegó a incendiarse porque por suerte los niños la iban apagando y como compensación apagué como 15 velitas menos de la edad que cumplí. Por lo cual parezco 15 años más joven que mi verdadera edad.

Ingredientes (para una torta bien grande)
200 grs. de manteca
2 tazas de azúcar
3 huevos
Ralladura de naranja 
3 y  1/2 tazas de harina leudante
½ taza de cacao amargo
1 y 1/ 2 tazas de leche
½ taza de café preparado bien fuerte
70 grs. de nueces picadas
Algunas cascaritas de naranja, secas
Nota: Utilizo siempre la misma taza para las medidas (taza grande).


Preparación
Batir la manteca previamente blanda, con el azúcar y la ralladura. Incorporar los huevos. Mezclar. Agregar alternando entre ambos, la leche y el café, más la harina leudante mezclada con el cacao.  Por último, agregar las nueces y las cáscaritas de naranjas.

Enmantecar y enharinar un molde  redondo para torta.

Cocinar en horno moderado unos 50 a 60 minutos aprox. Decorar a gusto, o espolvorear con azúcar impalpable. Muy Rica!!

miércoles, 29 de enero de 2014

La casa del médano o como cocinar rico con casi nada

Bajamos del taxi  en la puerta de una casa grande y bonita, pero en una zona que  se veía agreste. 


Poca infraestructura, calles de arena,  apenas marcadas y  alrededor muchos médanos. 


Habíamos alquilado una casa a último momento  a unos conocidos de otros conocidos. Lo único que sabíamos era que estaba a unos 80 metros del mar. 


Pero la primera sorpresa fue  que teníamos como vecino a  un médano. Si, todo un costado de la casa daba a un médano.


Si me recostaba en la galería, veía  al médano,  si abría el ventanal de mi dormitorio, veía un pedazo del médano y luego cocinando también lo veía a través de la ventana. 


Era pequeño respecto a otros que se encontraban en la zona y retenía bastante  al viento que venía del mar en los días muy ventosos. Nuestros mares del sur de América se caracterizan por tener amplísimas playas de arena fina, pero  con días de bastante viento. Es un mar de llanuras, de pampa.

En la casa no había Internet, ni televisión y gran parte del tiempo no tenía señal de celular.  Solo radio, música y libros. No llegaba el periódico y para comprar alimentos, había que recorrer unos cuantos kilómetros en auto. Pero, he aquí la cuestión. Nuestro automóvil se rompió en el camino durante el viaje de ida. Lo tuvimos que dejar  en un taller mecánico a 140 kms del lugar, de ahí nuestro arribo a la casa en taxi. Teníamos para unos  días hasta su reparación.


Entonces me planteé:
¿Podré estar 15 días (tiempo que duraba el alquiler de la casa) desconectada de todo? ¿Podré vivir dos semanas  sin tecnología?
Los dos primeros días debo confesar que me deprimí un tanto, no era consciente de mi dependencia tecnológica y consumista. Lo único que había a unos 6oo metros de arena y médanos, era un pequeño almacén que vendía algunos productos muy poco variados y bastante caros. No tenían verduras, ni frutas,  ni carnes. Habituada  a cocinar con gran variedad de vegetales, semillas, frutas… me sentía desamparada.


Fue ahí que comencé a sentarme en la galería a  observar al médano, que hasta el momento lo miraba desde cualquier ventana de la casa, pero no le prestaba mucha atención.  Soy de esta región y los he visto durante toda mi vida, pero nunca había convivido con uno. Observé que tenía una contra,   tapaba la visión directa del mar, pero a su vez  una ventaja, y es  que era como una pared. Me protegía del viento, de la curiosidad de los paseantes y prestaba una intimidad y un cobijo muy particular a toda la casa.


El médano, cubierto de plantas y pastos agrestes, tenía su propia vida. Los vientos modificaban la capa externa de arena y sé, por haberlo leído alguna vez, que se mueve, se desplaza. Quizá la cantidad de años que tendría mi médano... Digo “mí”, pues comencé a tomarle cariño y le puse nombre, lo bauticé Don Médano, dado el respeto que me inspiraba.
Así que durante muchas horas Don Médano y yo compartíamos experiencias. 



Él tenía sus visitantes: pájaros, niños que se trepaban y luego rodaban por su ladera arenosa y  un día hasta recibió a un  Búho, que se estuvo  largo rato parado mirándome.


Pero a los médanos no  los cuidan, por el contrario los destruyen. Edifican casas encima o simplemente los derriban en aras del progreso. Tiran basura en cualquier parte y luego el viento la deposita sobre sus plantas…  Nosotros al nuestro,  lo limpiábamos. Si veíamos una botella plástica  o bolsas de nylon,  las quitábamos, aunque pensábamos lo inútil de esa  tarea, pues Don Médano correría a la larga el mismo trágico destino de otros en cuanto  alguien nomás,  eligiera construir en ese lugar.

Pero  mientras tanto mirando la paz con que él vivía,  decidí que mi actitud un tanto de enojo, tenía que  cambiar.  ¿No tendría variedad de alimentos por varios días? Pues me arreglaría y cocinaría comida para la familia con lo que vendiera el almacencito. ¿No había Internet ni TV? No escribiría mails, no navegaría y no me enteraría las noticias del mundo. ¿No había señal de celular? Pues por unos días no hablaría por TE.

Fui al "almacén/shoping" y monitoreé de un vistazo que podía cocinar con lo que allí ofrecían. Después de todo este es un blog de comidas con historias. ¿No?
Haría: fideos secos con manteca y queso. Fideos con salsa blanca y huevos duros, gratinados. Vendían  hamburguesas y salchichas, también papas y cebollas.
Un revuelto de salchichas papas, cebollas y huevo. Ensalada de lentejas y huevos duros, huevos fritos,  pasados por agua, posché. Arroz  frío con caballa y aceitunas, arroz con manteca y hamburguesa, tarta de jamón y queso, arroz con salsa blanca… y comenzaron a surgirme cientos de recetas, aunque sin verduras y sin frutas, pero era solo por unos pocos días. Si querían postre, podía ser un queso y dulce, un flancito y había yogures!!! No estaba tan mal después de todo.

Mientras cocinaba,  por el amplio ventanal de la cocina saludaba a Don Médano y le agradecía la paz por estos días descontaminados de tecnología y consumismo.


Ahh… en la playa conseguí que un pescador me vendiera un hermosa brótola que la asamos a la parrilla de carbón y la acompañamos con papas a las brazas con manteca en el medio. ¡¡Riquísima!!