viernes, 7 de septiembre de 2012

Una mañana de playa

Estaba disfrutando del sol en una playa, cuando apareció  un matrimonio con una bebita de unos dos años y una niñera. Llamaron mi atención inmediatamente. Tanto, que  no podía dejar de observarlos.


     Un mozo  armó cuatro sillas de playa, una sombrilla,  una mesita y se instalaron.
            Los padres de la niña se veían  juveniles, lindos y parecían tener un nivel de vida alto.  Con muy buena  vestimenta, hermosos juguetes para la niña y traían una niñera a veranear con ellos.
Luego de acomodarse, ambos padres se dispusieron a tomar sol, mientras la niñera, que no tenía traje de baño, sino una  bermuda y remera, corría detrás de la niña.


            El hombre se recostó y se calzó unos anteojos oscuros que   no dejaban traslucir ningún gesto  de su rostro. La mujer era muy bonita. Rubia, con cabello largo y suelto hasta media espalda. Lucía una hermosa malla de dos piezas que mostraba un cuerpo perfecto; sin estrías y con una piel muy cuidada. La niña se parecía a los padres, era muy rubia y flaquita. Hablaba sin parar, se escapaba hacía la orilla del mar y la niñera la seguía pegada a ella.
De pronto la niñera giró hacía donde yo me encontraba y pude ver a  una mujer mulata de unos 35 años, de aspecto humilde. Me sorprendió la expresión de tristeza que emanaba de sus ojos. Se mostraba muy amable con la niña tratando de hacerla jugar, pero no sonreía, sus ojos estaban sumamente tristes. Eso hizo volar mi imaginación. “¿Que le podría suceder  a esta mujer estando en esta hermosa playa? Parecía a punto de llorar en cualquier momento.  “¿Sería por sus  propios hijos?” Tal vez tenía 2 ó 3 niños pequeños que debía dejar al cuidado de otros para trabajar… Todo pasaba por mi mente mientras la veía perseguir a la niña.
Mientras tanto la madre, untaba su cuerpo con  cremas. Lo hacía con  esmero  acariciando sus brazos y sus muslos de  manera seductora. Simultáneamente conversaba con su marido, pero él apenas respondía. Luego que terminó con las cremas,  siguió con el arreglo de su cabello y cuando finalmente decidió recostarse y tomar sol, la niña se acercó a pedirle algo. La mamá le contestaba muy bien, le daba juguetes y parecía tener un muy buen trato con la niñera.  A su vez esta,  hacía todo el esfuerzo  por llevarse a la pequeña  y dejar a los padres tranquilos tomando sol.
La niña insistía  escapando del lado de la niñera. Se sentaba ya sea cerca del padre o de la madre, siempre tratando de llamarles la atención. El padre ni se movía. En cambio, la madre en un momento tomó su cartera y  fue hacia la zona de los  kioscos. En ese rato quedaron solos el padre, la niñera y la niña. Fue entonces que el padre, que antes ni se movía,  se incorporó rápidamente de su silla playera, se quitó los anteojos oscuros y empezó a hablar muy animadamente con la niñera. Esta le contestaba solo con movimientos de cabeza,  pero yo desde mi lugar de pocos metros de distancia, percibía la incomodidad de la mujer de ojos tristes. A tal punto, que tomó a la niña de una mano y  la llevó a juntar conchillas por la  playa.
Luego de un rato regresó la madre con golosinas y también regresaron la niña y la niñera. La escena  volvió a como había comenzado. El hombre se recostó y reanudó  su mutismo.
Surgieron tantas probables historias en mis pensamientos:
 El señor  quería conquistar a la niñera y aprovechaba el rato en que su bella mujer se iba,  para asediarla. La niñera que era una mujer decente  estaba sobre aviso. Sentía aprecio por su patrona. La trataba tan bien… Ella no quería ocasionar problemas en la pareja y además necesitaba tanto ese trabajo… De él dependía el sustento de sus tres hijitos.  Por eso su mirada triste, y su intento de evitarlo cuando tomó a la niña y se fue a caminar.
 La esposa, tan bonita, no  sospechaba nada.  Joven y moderna pero algo ingenua ignoraba los avances de su marido.  El hombre arriesgaba tener una aventura con  la niñera de su hija  que para más ni siquiera era  bonita. Se sentía aburrido de una esposa tan bella y tan perfecta. Eso estaba bien para lucirse con los amigos, con sus jefes y compañeros de trabajo. Pero vivir con alguien tan perfecto todos los días era difícil.  

Estaba en esas cavilaciones cuando una voz potente me trajo a la realidad:
- El sol está muy fuerte. ¿Que te  parece si nos vamos? –interrumpió mi marido.
Resignada a  quedarme sin final, cerré mi silla playera  y nos fuimos.
 En el camino de regreso  le narré lo visto y también hablé sobre mis sospechas.  Se rió burlonamente y me dijo:
- Siempre estás inventando historias. ¿Por qué imaginás a  la mujer tan perfecta? ¿Solo por ser bonita? ¿Y si era bella,  pero tipo bruja?
No solamente  quedé sin final, sino que se  ampliaron mucho mis dudas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario