viernes, 3 de enero de 2014

Un fin de año muy especial o “Un par de tontos”

Con  mi marido, -supongamos que se llama Mario-  decidimos pasar un fin de año distinto. Ir solos a un lugar de la Costa Atlántica y festejar la llegada del año nuevo allí. Tranquilos, en un lindo hotel,  con un brindis en el balcón  mirando el mar. Para ello salimos de casa  el 29 de diciembre, tanto como para disfrutar un poco la playa antes del festejo.
Unos 15 días antes,  desde Buenos Aires,  elegimos un hotel con vista al mar. Para el 31 de diciembre la idea era cenar en un restaurante y  luego en  el hotel a las 12 de la noche, brindar con un rico Champagne.  

Nos decidimos por  una playa a la cual hacía muchísimos años que no íbamos: San Clemente del Tuyú. 


Precisamente elegimos ese lugar pues  queda a tan solo 350 Km. desde la capital. En 4 ó 5 horas se llega manejando tranquilo. (Tardamos  9 hs., ya que todo el mundo tuvo la misma idea que nosotros).


Nos habían dicho que la ciudad estaba cambiada,  con novedades que no conocíamos.
Hicimos playa, caminatas y recorrimos algunos lugares muy lindos verdaderamente cambiados: Punta Rasa, antiguamente llamada Tapera de López era uno de ellos. 
Ese lugar está lleno de jóvenes que hacen desde jet-ski,  wind-surf y kite surf. Cientos de ellos y a medida que uno se va acercando, se ven en el cielo como si fueran pájaros. 


Un hermoso espectáculo. 



Hicimos varios paseos más.


Solamente nos quedaba  visitar las Termas Marinas, que se instalaron hace  pocos años. Por eso, el mismo día 31 a la tarde,  cuando bajó el sol, fuimos a conocerlas.

Las Termas, fueron construidas en terrenos aledaños al Faro y  este quedó dentro de las  mismas.


Luego de recorrer un camino de arena en malas condiciones (bastante serrucho y pozos), que iba por el  medio del campo y donde solo había pastizales, llegamos al atardecer. Las termas estaban cerradas, pensamos que a causa del feriado de fin de año. Pero a un costado de la entrada principal,  había un camino que decía “Entrada para Proveedores”.  Por  curiosos, accedimos a ese camino para mirar nada más  antes de volver  a la ciudad.


Ni bien entramos nos entusiasmamos con la belleza del bosque que rodea la zona. Paramos varias veces a sacar fotos. 




A medida que pasábamos con el coche por las distintas piscinas, veíamos que estaba todo cerrado. Las sillas y reposeras dadas vuelta, las mesas amontonadas. Pasamos por un restaurante, cerrado. Una heladería, cerrada. Piletas cubiertas,  cerradas y por donde íbamos estaba cerrado. No había una sola persona. El lugar era muy grande, supongo que de varias hectáreas, así que llegamos al Faro y nadie. 



Sacamos varias  fotos  y subiendo  al coche, dije:
- Volvamos que está cayendo el sol.
 Manejamos hasta el camino por el cual ingresamos y nos encontramos frente a un  portón de hierro enorme,  de no menos de 3 metros de altura, que no habíamos visto al entrar. Se ve que  al estar abierto, quedaba oculto dentro de la vegetación. Pero ahora  estaba cerrado y si lo veíamos muy bien. Bajamos del coche e intentamos abrirlo. No había forma. Entre las plantas que estaban al costado, divisamos una caja que parecía el llamador de un portero eléctrico. Con algo de preocupación, comencé a pulsar el llamador y a decir:
─ ¡Hola! Hola… ─ No hubo respuesta
─ Volvamos para atrás que ví  un cartel de INFORMES  ─ dije.
Retrocedimos con el coche y encontramos el edificio de informes.
Me puse muy contenta pues estaba la puerta abierta, había luz adentro y al costado, estacionada una camioneta.
─ Bueno ─ dijo Mario ─ por lo menos está el cuidador.
Bajé. Entré a la sala y ví un monitor con las imágenes de los portones, ahí me enteré de que eran “dos” y muy grandes. Había también una central telefónica y varios teléfonos más, pero sin gente. A un costado estaban las llaves de la camioneta.
─ Hola… ¿Hay alguien? Queremos salir y está cerrado el portón… Hola… Hola…  Nada, silencio total.
Vino Mario y  dije:
─ Este lugar está vacío. Aquí no hay nadie.
Comenzamos a llamar ambos. Nos fuimos metiendo cada vez más en el interior de lo que parecía la vivienda del cuidador.
Convencidos de que no había nadie allí, salimos a recorrer los edificios de alrededor: Un taller donde se arreglaban calderas, un Chalet donde decía Servicios Médicos. Todo  cerrado y deshabitado. Volvimos a la oficina  y me dice Mario:
─ Llamemos a nuestro hotel.
─ Uyy… No traje el celular
─ Usemos el teléfono de aquí ─ me dijo
─ ¿Pero que le decimos a la gente del hotel? ¿Que estamos encerrados en un parque termal y no sabemos como salir?
─ Que llamen a la policía o a alguien…─ dijo con voz preocupada.
Comenzamos a querer marcar el número. La centralita tenía un código
qué no conocíamos y  no nos daba línea.
─ ¡¡Ayy!! – dije ─ ¿Qué  hacemos ahora? Es la noche de fin de año…
─ Bueno. No es tan terrible. Este hombre - por el cuidador-  se debe haber ido a festejar,  dejó todo abierto y tal vez venga mañana ─ dijo Mario.
─ ¿Mañana? ¡Pero nos quedamos sin cenar!
Empezaron a encenderse las luces en las calles, aunque aún había claridad
─ Vos esperáme aquí. Yo voy a ver por el otro portón─ dijo
Al rato veo a lo lejos, unos 80 metros, que Mario sale por unos molinetes estrechos y altos que estaban pegados al portón principal.
Me grita:
─ Se puede saliiir… pasando por el molinete se saleeee...
 ─ ¿Pero y que hacemos con el cocheee? ─ grito yo
─ Dejemos el coche y nos vamos…
─¿Estás loco? ¿Tenes idea de cuantos km hay hasta la ciudad?   Por ese camino no pasa ni un alma. ¿¿ A que hora llegaríamos?? ¿¿ En que condiciones??
Entonces,  Mario quiere volver a entrar y el molinete no lo permite. Solo era para salir. Él estaba afuera,  el coche y yo, adentro.
A esa altura, todo mi proyecto de pasar un “fin de año tranquilo se había ido al diablo”. Lo iba a pasar sola,  en el coche y sin ninguna cena. Estaba diciendo en voz alta todo eso, cuando veo a lo lejos a mi marido trepando por el portón, que aparte de ser muy alto, terminaba en unas puntas de hierro que parecían lanzas.
─ ¡¡Te vas a caeeer!! ¡¡ Te vas a quebrar una piernaaa!! ─ gritaba yo desde mi puesto.
 ¡¡No somos jóvenes!!
 Yo pensaba: “lo único que falta es que se quiebre una pierna y aquí ni un alma…”
Mario pasó hacía el interior del portón y desde allí, se lanzó y con tanta suerte, que no se cayó.

Otra vez empezamos a recorrer con el coche toda la zona, llegamos al faro y dije:
─ Aquí sí tiene que haber alguien. ¡¡Es un faro!!
 La casilla del vigilante estaba cerrada. Otra vez a los gritos:
─ Hola… Hola… ¿¿Donde están?? ¿¿Hay alguien aquiii???
Volvimos a la oficina de informes y tocamos varios botones de todos los controles que se veían en un tablero, para ver si abría uno  de los portones. Inútil.
Ya cansados y resignados nos sentamos en el coche y dije:
─ ¡No lo puedo creer… Estamos en este lugar enorme, hermoso, solos y encerrados!  Un 31 de diciembre a pocas horas de Fin de Año.
 Las maldiciones salían de mi boca sin querer.
─ No puede ser, en algún lado tiene que haber una salida. Recorramos de nuevo todo el predio ─ insistí

Pero realmente no la había y así estábamos  andando con el coche de un lado para otro, cuando de pronto,  vemos a un hombre que cruza una calle en la zona de piscinas. Le tocamos bocina y gritamos como dos enloquecidos:  
─ ¡Espere!! ¡¡Por favor espere!!
Cuando paramos a su lado, el hombre con  cara de asombro, dijo:
─ ¿Pero ustedes que hacen aquí? ¿Como entraron? ¿Por qué? Hoy está cerrado.
─ Por la puerta de proveedores –respondí yo, tímidamente ─ Solo deseábamos ver cómo eran las termas. El portón se cerró, queremos irnos,  pero no podemos.
Nos miró como diciendo estos dos están chiflados.
─ Vayan hasta el portón que les abro.
Cuando llegamos,  pulsamos el portero eléctrico y ahora sí, el pesado portón comenzó a deslizarse y salimos hacia la libertad…

Se hacía de noche y aún debíamos ir al hotel y cambiarnos, pero yo estaba tan nerviosa que cuando llegamos a la ciudad, dije:
─ Necesito tomar un café para relajarme unos minutos. Paramos en un lugar muy lindo que estaba aún vacío, pero muy  adornado y todo listo para festejar el fin de año. Me acerco al mostrador y  pido por favor que me preparen un café. Fue en ese momento que escucho:
- ¡¡Gely!!! ¿Cómo te va?
Era el ex esposo de una prima mía, con quién habíamos tenido mucha relación en otros tiempos. Nos invitó a sentarnos, el restaurante era de la familia de él. Nos quedamos charlando y cuando contamos como nos habíamos quedado encerrados en las termas, nos dijo:
─ De Ustedes  dos creo cualquier cosa,  ya que los ví en otras aventuras. Pero esta vez tuvieron suerte.
─ ¿Por…?
─ A la noche largan los perros y son unos cuantos.
Se nos cayó la mandíbula inferior de la sorpresa…

Sin pasar por el hotel, nos fuimos a cenar así como estábamos al lugar que habíamos reservado. Finalmente cuando llegamos a nuestra habitación,  Mario se durmió. Tuve que despertarlo a las 23:45 hs. para brindar, pues con tanto stress, no aguantó hasta las 12 de la noche. Pero pudimos brindar frente al mar y vimos un hermoso espectáculo de fuegos artificiales sobre la playa.

Vista desde nuestra habitación

¡Fue de verdad, un fin de año diferente!

¡Feliz año 2014!

2 comentarios:

  1. Ay Gely!! Que escapada llena de aventura!
    Una locura estar encerrados el 31/12 y una locura enterarse mas tarde lo de los perros!
    Menos mal que todo terminó bien y que pudieron brindar como lo habían planeado.
    Te mando un beso muy grande y el deseo de que este año nos encuentre con mas aventuras y mas anécdotas.
    Chin-chin!!
    Besotes enormes!!!

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    1. Querida Silvia. Mi marido y yo somos dos aventureros natos. No te imaginas las aventuras que hemos pasado a lo largo de nuestra vida. Pero nos encanta, aunque ahora estamos más grandecitos...
      Chin chin... Abrazo

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