lunes, 30 de mayo de 2011

Nada es eterno (Relato)

 
En la primavera de 2010, escribí para el  Blog, este pequeño relato. Lamentablemente como leerán más abajo ya no es válido.

Una Glicina atrevida
"En una esquina de mi barrio,  hay un muy antiguo palo borracho. 


Tiene muchos años y es un árbol enorme. Lo curioso,  es que desde el jardín de la casa lindera, sale una glicina, pero no es una glicina cualquiera. No se sabe si tiene delirios de grandeza o simplemente está enamorada del viejo palo borracho.


 Posee la particular característica de mezclarse o más bien diría, treparse a las ramas del palo borracho y cubrirlo totalmente con sus flores. La glicina, usa las ramas del palo borracho para desparramarse y  así,  llegar a la mitad de la calle.
Los transeúntes  paran a mirarlos  y algunos incluso, como yo, sacamos fotos de la atrevida glicina y el viejo palo borracho.

Pero hay un detalle más, esto sucede todos los años para esta fecha pues en Sudamérica es primavera. Lo vengo observando hace más de 30 años, por lo cual deduzco que árbol y planta, tienen una relación muy consolidada. "



Hoy la historia es otra.
Ayer por la mañana salí de mi casa y ví  un grupo de vecinos reunidos en la esquina. Me acerqué a ver que sucedía y al llegar pegué un grito de asombro.  No podía creer lo que veían mis ojos. El gran palo borracho (Todo un icono del barrio),  derribado en el suelo junto a dos camiones municipales y varios obreros con sierras eléctricas.







El gran gigante hecho trozos. Los obreros lo cortaban en tajadas de  unos 50 cmts. Y lo cargaban en los camiones.
-      ¿Porque hicieron esto? – pregunté enojada al vecino más próximo.
-      Se pudrió desde abajo y  cayó solo. No lo tiró nadie – me respondió,  tan o más compungido que yo.


Me asomé al gran agujero para ver si era cierto que se había caído solo, porque aún no lo creía. Efectivamente,  se veía (ver foto) como estaba quebrado desde la base. Lo curioso que entre los restos húmedos y podridos observé  una bola de madera redonda,  como una bocha.  



Alguien me dijo que esa debía ser la enfermedad del pobre palo borracho. Pensé:
- Claro, los árboles también se enferman… 


Pero recién entonces levanté la cabeza y ví a la Glicina. Esta  compartió su vida con el árbol y vivió añares,  apoyada en él. Pues ahora se la ve como a una triste y desolada viuda.
La calle cambió y el barrio perdió uno de sus pintorescos atractivos.

3 comentarios:

  1. Que tristeza! el barrio perdió parte de su personalidad. lo vamos a extrañar!

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  2. preciosa y conmovedora historia,muy dulce tu forma de contarla.gracias!!

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