Estaba realizando mis primeros pasos en la medicina, a fines de los 60.
Había aceptado hacer guardias los domingos en un hospital de una zona muy humilde: Merlo Pcia. de Bs. As.
Ese domingo a la tarde, el ambiente estba más alborotado que de costumbre. La sala de espera llenísima. Entraron a la guardia una mamá con un niño de unos cinco años; éste traía la cabeza envuelta con un gran vendaje. El chico llorara mucho, se lo notaba muy molesto.
Madre e hijo, esperaban su turno.
Repentinamente se produjo un gran revuelo en la sala y un enfermero entró al consultorio gritando:
- ¡Doctor, doctora! ¡Por favor, que venga alguien! !!Pronto!! En la sala de espera hay una mujer pegando carterazos en la cabeza a un chico herido, no la puedo frenar, está furiosa.
La mujer le propinaba golpes con la cartera en la cabeza, en medio del estupor de la gente.
Me acerqué y le dije: - ¡Pero Sra. Por favor!... como le va a pegar así a su hijo. ¿No ve que está herido?
- ¿Herido? Que va a estar herido… El desgraciado estaba jugando a los soldados y se puso una escupidera metálica en la cabeza como casco. No se la puedo sacar y para colmo no para de llorar. Le pego para que deje de llorar porque no lo aguanto más.
- Pero… ¿Por qué lo trajo aquí?
- Es que no logramos sacarla, está muy trabada. Probaron varios vecinos y nadie pudo. No sabía donde llevarlo. Pensé ir al cuartel de bomberos, pero me pareció mejor el hospital.
Miré con atención la cabeza del niño. Se hallaba envuelta en gasas y por un costado sobresalía una manija que estaba prolijamente vendada.
Sorprendida le pregunté:
- ¿Porque lo vendó de esa forma?
- ¿Y como quería que lo traiga? Tenía que venir en el bus. ¡Me daba vergüenza traerlo con esa cosa en la cabeza!
Pasaron al consultorio. Cada uno de los médicos que estábamos de guardia, tratamos sacar la escupidera. La verdad, es que temíamos lastimarlo. El niño no paraba un instante de llorar.
Probamos de varias formas: pasando vaselina alrededor, girando para derecha e izquierda…No salía. Incluso a alguien se le ocurrió hacer una pequeña perforación con una máquina de agujerear para que descomprimiera el aire y aflojara. Hasta se habló de operar… Por suerte vino Manolo, el portero. Un gallego entrado en años, bonachón, muy querido por el personal del hospital; acostumbrado a ver cualquier rareza. Nos miró y se dio cuenta que no sabíamos como hacer. Esto no era cuestión de ciencia. Entonces, nos dijo:
- A ver, dejadme probar a mí.
Puso al chico entre sus piernas. El niño intuyó algo. Instantáneamente dejó de llorar.
Manolo, tomó la escupidera con ambas manos, efectuó un giro acompañado de golpe seco y preciso. La escupidera aflojó y salió.
- ¡Bravo Manolo!
Aplausos de todo el mundo…de los médicos y de la gente que esperaba afuera y miraban por la puerta abierta. La Sra. y su hijo se fueron muy contentos con la escupidera debajo del brazo
Con una "pelela" actual no exisitiría ese problema. Son de un plástico tan blando que con tijera se corta fácil.
ResponderEliminarPero además, los chicos actuales aún juegan a los soldaditos? Creo que no...