El consumo de aceites a nivel mundial ha aumentado notablemente en los últimos 20 años, lo que no es extraño ya que estos productos son casi un requisito fundamental para la preparación de una buena receta culinaria.
El uso de aceites para sazonar nuestro alimentos es una práctica milenaria, y en la actualidad su utilización está ampliamente diversificada en todo el planeta.
La aplicación de aceites para sazonar alimentos, para procesos de fritura tanto industrial como doméstica, así como sus numerosas aplicaciones en repostería, en la industria conservera, en la industria farmacéutica, y la utilización de grandes volúmenes de grasas y aceites en la industria de la nutrición animal, dan cuenta de la elevada demanda y consumo de aceites en muchos países, principalmente de origen vegetal y marino.
El uso de aceites, presumiblemente de oliva, con fines cosméticos y también culinarios se remonta al siglo IV antes de Cristo. Las civilizaciones asirias, babilónicas, griegas y egipcias utilizaban el aceite de oliva como un combustible y probablemente con fines culinarios .
Los gladiadores y luchadores romanos impregnaban su piel con aceite, con el propósito de mantener su hidratación y lograr un efecto lubricante que aminoraba los golpes de las armas del contrincante.
Las mujeres lo utilizaban en su cosmética, ya que era un buen disolvente para los pigmentos utilizados para maquillar sus ojos, rostro y otras partes del cuerpo.
Es también muy probable la utilización de aceites en la preparación de alimentos, ya que en muchas ruinas de ciudades (Pompeya, por ejemplo) se han encontrado recipientes de aceite cuyo tamaño y ubicación en las ruinas (cerca de lo que sería la cocina) indica un uso mas bien culinario que cosmético.
La preparación de aceites era un proceso muy artesanal y probablemente se realizaba en la propia casa, aunque hay antecedentes que en la Roma imperial (siglo II A.C.) existían pequeñas «fábricas» de aceite de oliva.
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