Había una vez, un pueblo muy pequeño perdido en algún lugar del mundo. Las casas eran modestas; una sola planta con tejado, jardín adelante, quinta y gallinero atrás. Los habitantes, como no eran muchos, se conocían muy bien.
Era cerca del mediodía, cuando un caminante llegó a la calle principal. Se veía muy cansado y parecía hambriento.
Divisó la plaza del pueblo. Fue hacia allí y dirigiéndosé a todos, pero a nadie en especial, dijo:
- Buenos días. Desde ayer que no pruebo bocado y pasé mucho frío. En realidad tengo un hambre terrible. Quisiera poder tomar una buena sopa. ¡Me muero por una rica sopa!.
- Quiere sopa – empezaron a decir los ancianos que tomaban sol.
- Quiere sopa – repetían las mujeres mientras vigilaban a los niños en sus juegos.
- Pagaré un peso por cada burbujita que encuentre en un plato de sopa – insistió el viajero.
Los lugareños, sorprendidos se miraban entre sí.
- ¿Un beso?- preguntó un viejito sordo y de barba blanca, mientras jugaba a las bochas.
- No, no – respondió su compañero. Dijo un peso.
- Si señores, pagaré un peso por cada burbuja de sopa – repetía el viajero.
- Esto es increíble – decían las ancianas. Va a pagar un peso por cada burbuja de sopa !Increíble!
- ¿Alguien saben donde puedo conseguirla?- pregunta el viajero, mirando a todos.
- ¡Yo!, ¡Yo! – exclama Doña Etelvina, una dulce anciana de pelo blanquísimo.
- Señor, le puedo a preparar la mejor sopa que usted haya probado en su vida.
- ¡Excelente!, estimada señora - responde
- Venga Usted a mi casa dentro de una hora. Es fácil encontrarla, está al final de la calle y es la única que tiene portal rojo.
- Muy bien. Allí estaré – anunció el viajero.
La buena mujer corrió a su casa, se puso su mejor delantal blanco.
Fue al gallinero, miró sus gallinas y eligió la más gordita: la bataraza. Sin pensarlo dos veces, la degolló, peló y limpió. Todo en tiempo record.
Luego fue a la quinta, seleccionó las mejores hortalizas y verduras. ¡Ahh…Este año se habían dado tan bien!...
Finalmente colocó una gran olla con agua al fuego y echó todo adentro. Por la chimenea comenzaba a salir un humito...
- ¡Humm... que olorcito tan rico!
Los vecinos olfateaban el aire y comentaban:
- Doña Etelvina está haciendo su famosa sopa...
- ¿Quién se está poniendo la ropa?- Pregunta el viejo sordo.
- Nadie Don Pancho, dijimos sopa, sopa...
El viajero se encamina a la calle principal y mira los portales.
- ¿Portal verde? No. ¿Portal azul? Tampoco. ¿Portal rojo? Si rojo. Aquí está, este es.
¡Toc! ¡Toc! Golpeó sobre el portón con sus nudillos.
- Pase. Pase Usted caballero– dijo gentilmente la anciana.
Doña Etelvina, había preparado una mesa hermosa. Había colocado un bonito mantel, sus mejores cubiertos y un florero con flores de su jardín.
El viajero estaba sentado a la mesa, cuando Doña Etelvina entró con una sopera humeante. La colocó en el centro y le sirvió un abundante plato de sopa al invitado.
Pero, ¡¡OOhh!! La sopa, tenía una sola burbuja. Era enorme, tanto que casi cubría todo el plato.
- Coma, coma por favor – dijo la anciana. No la deje enfriar...
- Exquisita Señora. ¡Muy rica! !Deliciosa!- decía el viajero, mientras se relamía de gusto.
Cuando terminó, dijo:
- Aquí tiene su pago. Tal cual lo arreglamos: Un peso.
- ¿¿Pero cómo?? – preguntó muy sorprendida la anciana. ¡¡Esto vale mucho más que un peso!!
- Mi querida Señora - respondió tranquilo el viajero. El arreglo fue: un peso por cada burbuja que encontrara en el plato de sopa y solo había una. ¡Arreglos son Arreglos!
Refunfuñando Doña Etelvina, tomó la moneda y la guardó en su bolsillo.
Pasó el tiempo. Bastante tiempo... y un día, el viajero volvió a pasar por el pueblo. Recordaba la rica sopa que había comido y sentía agua en su boca. Por lo cual volvió a la casa del portal rojo y golpeó.
Salió Doña Etelvina. Estaba más anciana y su pelo era aún más blanco.
- ¿Que desea?
- Una sopa querida señora y pago por cada burbuja un peso. ¿Vuelvo en una hora?– preguntó.
- No, no. Pase y tome asiento, enseguida va a estar – dijo Doña Etelvina.
Fue muy tranquila a la cocina, calentó agua y le agregó un buen chorro de aceite.
Cuando llevó el plato a la mesa, en este se observaban muchas, pero muchas burbujitas.
El viajero la probó y dijo:
- ¡¡ Esta sopa es horrible!!
- ¿En serio?...No. No lo creo, pero Usted de todas formas me tiene que pagar un peso por cada burbuja - dijo pícara, Doña Etelvina. “Arreglos son arreglos”. Así que comience a contar las burbujitas.
El viajero pagó sin protestar la sopa más fea que había comido en su vida y la más cara…
jajajaja ahora si que me hiciste reír. Gracias!!!
ResponderEliminarlinda historia!
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